20080224

Troya arde desde el “Medio”

Por Gustavo Carrasco Azar
desde Santiago de Chile









Sin duda la información es un derecho, no un privilegio. Pero la disyuntiva se produce cuando su derecho no es un privilegio para otras personas, vale decir, que lo que se diga en los medios de comunicación, afecte la integridad del prójimo.

Todo el mundo tiene derecho a la privacidad y, según los derechos humanos, éste puede ser violado de diversas maneras, entre las que cuentan: intervenir en la vida privada de una persona -lo que incluye su derecho a establecer relaciones y a disfrutar de su libertad sexual-, impedir la vida familiar -que engloba la capacidad de contraer matrimonio y fundar una familia-, intervenir la correspondencia privada, entre otras.
El Artículo 19 de la constitución chilena consagra en su inciso cuarto el respeto y protección a la vida privada y pública y a la honra de la persona y de su familia; permite introducir en carácter general la inviolabilidad del hogar y de toda forma de comunicación privada.

Un caso muy recurrente es el Tema de Dicom -empresa que almacena una gran cantidad de base de datos sobre historales financieros- que es una falta grave a la privacidad de cada ser humano.


Gonzalo Angeli, abogado del Programa Derecho y Tecnologías de la Información de la Fundación Fernando Fueyo, asegura que “Lo que nos diferencia y distancia hoy en día del periodismo de antaño, es el tratamiento electrónico o automatizado de ellos y la posibilidad de almacenar gran cantidad de información en pequeños contenedores y recuperarlos a través de ciertas instrucciones. La protección del derecho a la intimidad que reconocemos a las personas no es un problema que haya nacido de las llamadas nuevas tecnología de la información. Éstas tampoco alteran su fisonomía, lo que hacen, sin embargo, es agudizar un conflicto”.

Lo que hoy conocemos como datos de carácter personal no es, en ningún sentido, algo nuevo. La sed por conocer e informarse parece ser una característica constitutiva de los seres humanos. Es por esto que nos acostumbramos a ver en las portadas de importantes diarios nacionales e internacionales una gran cantidad de “información” que burla el derecho fundamental del hombre, el de mantener su vida privada al margen del tapete de lo público.
La Información es poder y este poder depende del uso que uno le dé a tales datos. Esta hegemonía de la información es lo que ha llevado a muchos profesionales de la comunicación a no cumplir con los derechos fundamentales del hombre y las leyes orgánicas sobre el uso de cámaras y grabadoras escondidas para recolectar la mayor cantidad de información

Esta delgada y difusa línea que separa el ámbito público del privado tiene su genesis en Chile con el caso de Evelyn Matthey, Diputada de la República y Sebastián Piñera, Candidato presidencial conservador.
En 1992 el canal de Televisión Megavisión emitió un programa en el cual mostraron una grabación interceptada del teléfono de Piñera que desacreditaba a la diputada. Esta pelea televisada fue avalada por el director ejecutivo y dueño de la estación, el empresario Ricardo Claro.
No queda muy claro si a la ciudadanía se le debe entregar lo que pide o los medios deben discernir por sí solos qué entregarle a su público. Según la encuesta de opinión pública publicada por la empresa de estudios de mercado Adimark asegura que el cuerpo más leído de los diarios chilenos es el de farándula y el espectáculo.
En el caso de la televisión la parrilla programática de frarándula es la que le da mejores dividendos a las estaciones de telemisión, en conjunto con los “Reality Shows” –formato específico que muestra la intimidad y la vida privada de sus participantes-.

El derecho a la información encuentra sus límites en el derecho a la intimidad y viceversa. Dependiendo de la situación y del contexto en que cada uno opera, se privilegia la información pública o privada por sobre la intimidad, entendiendo que se halla por completo justificada la limitación del derecho subjetivo a la privacidad en beneficio de otro de rango superior. La tendencia actual que se vislumbra tiende a privilegiar, el derecho a la información, dejando de lado la vida de cada uno de nosotros, sólo vale pensar como un ente masivo.
Ahora queda la disyuntiva de si “El fin, ¿ justifica (a) los medios?”