20071122

“Yo fui un idiota útil”

El periodista y profesor Daniel Santachita estuvo en la Facultad de Ciencias Sociales y habló para los Maestrandos de Periodismo acerca de sus experiencias en los medios, un poco a contramano de la visión rosa que suele tenerse del ambiente. Dejó algunas definiciones interesantes sobre el funcionamiento del sistema y reflexionó sobre el rol del periodista en ciertas coyunturas históricas, como la que a él le tocó vivir. Sanpedrino como Lalo Mir, Fernando Bravo, Estela Montes y César Macetti, no se calló nada.


Una autodefinición

A pesar de ser un “ex” de los medios, Santachita prefiere definirse de otra manera. Dijo que no volvería más a trabajar de donde, siente, pudo escapar, así que prefiere presentarse “como un arrepentido. Arrepentido de haber laburado y no haber entendido. Porque en realidad, yo no desprecié los oropeles, no me di cuenta que estaban. Sino, hubiese ido en pos de ese oro, diría con ironía”.

Y agregó que en su “camino profesional, en mi educación en los medios, está la esperanza de modificar algunas cosas, entender la información como un bien social, y en consecuencia avanzar por ese camino. Y el otro es tratar de beneficiarse en lo personal. Habría una tercera posición (como tantas veces se utilizó ese término), que es tratar de vivir bien, haciendo lo que nos parece lo más digno dentro del medio”, subrayó.

Hizo sus primeras experiencias en medios en San Pedro, en la radio local, y llegó a Buenos Aires a principios de los ´80, donde comenzó a trabajar en Radio Continental y logró cierto renombre. Pero la misma dinámica de funcionamiento lo llevó a reflexionar sobre lo que estaba haciendo. “Yo me fui de los medios en la década del ’90 -recordó-, en la década de la globalización, porque empecé a sentir que era un reproductor de ciertos sentidos sociales, en beneficio de ciertas elites económicas.”

Eso, siente, lo llevó a transformarse “en un vocero a favor de las privatizaciones, por pereza, por no indagar, o por ignorante, y llegó un momento que me hizo un click. Yo hablaba todo el tiempo de que había que privatizar los ferrocarriles, porque no funcionaban, sin darme cuenta que en realidad estaba suscribiendo todo un discurso que apuntaba a que se privaticen. ¡Pedazo de tarado! (por no decir otra palabra)”, señaló con cierta resignación.

“Me arrepiento, entonces, de no haberme dado cuenta”, repitió, “de haber trabajado dentro de un sistema, donde llegué tarde a darme cuenta de lo que pasaba. La ironía pasa por el hecho de que al no haber comprendido, no me favorecí de las mercancías que giran en torno a esa producción de sentido en los medios de difusión. Por la ignorancia atávica que tenemos los periodistas en muchas cosas, al no saber eso, terminamos pidiendo que privaticen los ferrocarriles, por ejemplo, porque cada vez funcionaban peor. En consecuencia, la guita se la llevaron otros, y yo fui un idiota útil.”


Plantar posición

Santachita sostuvo, sin mencionarlo explícitamente, una posición ética respecto al hacer periodístico y sus consecuencias. Afirmó: “Ir por la vida con esa carga es insoportable. Haber estado en medio de una fuente y un receptor, siendo funcional a los intereses de la fuente. Y así se privatizó todo. Se creó todo un escenario, para que desde la gente se reclamara eso.”

¿Por qué sucede esto? ¿Cuáles son los motivos de tamaña carga? “El periodismo suele reproducir fuentes interesadas: si a mí me llama alguien, para generar un rumor, y me dice que tiene una primicia, y la primicia es una mercancía, y estoy en una radio cuyo slogan es ´informa primero´ (el slogan del servicio informativo de radio Mitre), entonces me van a llamar a mí.”

También al respecto, sostuvo que no cree “en la neutralidad de las fuentes. Y me di cuenta que, tarde o temprano, me iba a convertir en un vocero de ese poder. Obviamente, si no hay fuentes no hay noticias. El tema es cómo nos preparamos nosotros, para mediar entre esas fuentes y los destinatarios de las noticias. Las fuentes, generalmente intentan persuadir. Y hay condicionamientos que no sólo pasan por las sugerencias permanentes, o regalos para el día del periodista, sino también por un hermoso sobre así de gordo”, dijo mientras parecía recordar ejemplos de sobres hermosos.


Otros rumbos

¿Qué sucedió luego de ese “abandono” de los medios? Sentía que tenía cosas para decir, y decidió decirlas en el ámbito académico. “Empecé a tomar el camino universitario, y estoy en ese lugar ahora. La universidad me da la posibilidad de abrir un signo de interrogación frente al que está del otro lado. Tal vez no me suceda esto en un ambiente de pares, pero nos sucede mucho cuando estamos frente a gente más joven.”

“Llegan a nosotros egresados de la escuela secundaria que toman a los medios como la verdad revelada -continuó-. Entonces, trato que cuando pasan por mí, de 25 que son, cuatro o cinco entiendan al ver televisión lo que es la construcción del acontecimiento. Para mí con eso ya está. Para una causa futura, ya hay cuatro o cinco personas más que piensan. Es una militancia a favor del pensamiento.”

Su esperanza es que esos pocos -según su visión- que pueden reflexionar sobre un saber que se hace haciendo puedan lograr algo que transforme eso que a él lo dejó de lado y lo obligó a dejar los medios. “Para mí, esto de cambiar los medios desde adentro es una utopía, una esperanza. Una utopía a alcanzar de a pasos, acercándose. Eso es una utopía. Yo no abandonaría el optimismo; me podrían poner en el lugar de apocalíptico, pero yo reniego. Si me tienen que poner entre apocalípticos e integrados, soy apocalíptico. Pero si me dan la posibilidad de construir otra imagen, diría que soy un optimista. Porque si estoy laburando en esto, es porque creo que las generaciones que vienen van a tomar una posta a la que hay que ayudar. Yo la voy a ver, o no; no me importa. Como no me importó la guita, en el momento de pasar de ganar tres mil dólares por mes, a veinte pesos la hora, es un cambio fuerte.”


Comunicación o difusión

Otro tema que transitó el “arrepentido mediático” y profesor universitario fue el de las definiciones que podrían caberle a los medios. Y presentó una dicotomía: “Yo descreo bastante de la palabra comunicación cuando se habla de los medios. Es un debate que está bastante repartido. Yo, generalmente, lo planteo en el primer día al iniciar un curso: pregunto si los medios son de comunicación o de difusión. En consecuencia, al hacer ese planteo estoy empezando a descreer de la palabra comunicación, que implica por en común, discutir en comunidad.”

“Me parece que los medios generan una agenda a partir de lo que un autor como Bell define como opinión pública. Que no es la opinión del público, sino la construcción que opera a partir de las elites económicas, sociales y políticas; que pasa por las redes de comunicación, que son tomadas por los líderes de opinión, que son voceros de esas élites, y que finalmente se instalan en un público más o menos capacitados para decodificar esos mensajes de los medios, y luego andan diciendo ´lo dijo el diario, lo dijo la radio, lo dijo la televisión´”, opinó.

Para entender qué entendemos por comunicación, sostuvo, “primero hay que definir qué entendemos por medios. De todas las definiciones de medios, yo tomo una, de José Luis Fernández, que escribió un libro que se llama Los lenguajes de la radio. Fernández define a los medios, como ´el o los dispositivos técnicos, que con sus prácticas sociales relacionadas, permiten la relación discursiva más allá del contacto cara a cara´. ¿Por qué uso esta definición? Para hacernos cargo de los medios que consumimos, porque la tendencia es a decir que los medios instalan la agenda, y nosotros somos víctimas. Vamos a ver entonces si algo hacemos para que no entre tan directamente ese medicamento que nos dan para adormecernos”, desafió.


Internet: ¿un bien social?

Suele presentarse a internet como el invento que democratizó la información, y que ahora cualquiera puede convertirse en periodista en tanto cuenta lo que “esta ocurriendo” en algún lado. Pero la pregunta principal parece ser otra: ¿quiénes acceden a esa libertad ilimitada que sería internet? Santachita opinó que “la gran democracia que produce Internet es siempre a favor de los sectores favorecidos. Porque en realidad, en aquellos sectores donde las brechas digitales y sociales son muy fuertes, ni siquiera hay acceso a esto. Entonces, me parece que Internet es un buen paso para que haya otras voces. Pero todavía no la pondría en la categoría de medio masivo. Internet requiere de cierta alfabetización previa, para una franja de mayores de 50 años no es un consumo sencillo”, diagnosticó.

Y puso un ejemplo de la fragilidad que -según él- es característica todavía de este medio: “Con la radio en Internet, cuando se cae el servidor no te escucha más nadie. Se dice que se puede llegar a todas partes del mundo. Sí, a dos en Francia, dos en Inglaterra, cuatro en Chacarita, y cuando hay 50 tipos se cae el sistema. No quiero negar la tecnología, lo que pasa es que todavía no está desarrollada. Algún día será maravillosa, pero para mí, hoy en día no cumple ninguna función. Pero Internet sí puede ser una herramienta para que aparezcan otras voces”, finalizó.

Historia de la radiofonía en Argentina

Haciéndonos eco de la fama que nos supimos ganar en el resto del mundo de fanfarrones (o alimentándola, vaya uno a saber), solemos decir que somos los precursores en la actividad radial; por lo menos, en la transmisión de un evento a todo radioaficionado que tuviera como captar la señal.

Lo cierto es que el 27 de agosto de 1920 los doctores Enrique Telémaco Susini, Luis Romero Carranza, César José Guerrico y Miguel Mujica, cuatro jóvenes porteños, cultos, amantes de la ópera realizaron, desde la terraza del Teatro Coliseo con un equipo transmisor de cinco vatios de potencia, la presentación -no casualmente- de la ópera Parsifal, de Wagner. Inauguraban así una nueva forma de comunicación.

Cuatro médicos, estudiosos de los efectos eléctricos en medicina -según el propio Susini-, pero también radioaficinados lo bastante bien informados como para estar a la vanguardia en el asunto . Amantes de la música y el teatro, estos “Locos de la azotea” (como se los denominó por aquellos años) transformaron una actividad de aficionados en uno de los medios de comunicación más poderosos, influyentes y atractivos de todos los tiempos. Las primeras transmisiones, punto a punto. La radiofonía se inauguró internacionalmente en 1906 cuando desde Massachusetts, Reginald Aubrey Fessenden leyó un relato del nacimiento de Cristo que unos operadores de telegrafía sin hilo captaron desde la costa de Nueva Inglaterra, en EEUU. Un año después, en 1907, Lee de Forest construyó y patentó un tubo para transmitir la voz humana, el Audión. Los antecedentes a estos primeros intentos de radio datan de unos diez años antes cuando Guglielmo Marconi, un joven italiano, inventa la telegrafía sin hilos y logra así transmitir señales de radio a través del Océano Atlántico.

Pioneros de las telecomunicaciones, apasionados de la electrónica, los primeros trabajadores del aire dan forma a lo que hoy conocemos como radio a partir de la imaginación de David Sarnoff, quien entre cables y electrodos visualiza una forma económicamente rentable donde la radiodifusión podía utilizarse como medio de comunicación masiva. Argentina, la radio naciente. Con la transmisión de Parsifal, LOR Radio Argentina comenzaba sus emisiones, que fueron las únicas que se pudieron captar en el dial de la Capital Federal hasta finales de 1922 cuando en el mes de diciembre inauguran sus transmisiones LOX Radio Cultura -en la que se incorporan por primera vez los avisos publicitarios-, LOZ Radio Sud América -subvencionada por un grupo de comerciantes dedicados a la actividad radioeléctrica- y TCR Radio Brusa. Para la misma época, un periódico económico de los EEUU opinaba que “emitir por radio un anuncio publicitario ofendería a gran parte de la población”. En 1923 se funda TFF Grand Splendid Theatre, que difunde sus ondas desde el teatro-cine homónimo. Una convergencia avant la letre, se diría.

En ese mismo 1923, el día 14 septiembre, se produce la primera gran transmisión deportiva: el Combate del Siglo. Parecían voces llovidas del cielo aquellas que relataron la pelea entre el bonaerense Luis Ángel “el toro salvaje de las Pampas” Firpo y Jack “el matador de Manassa” Dempsey, rol que la radio desarrollaría y explotaría extensamente desde entonces y hasta la actualidad. En realidad, la transmisión de la pelea era la lectura de los cables que iban llegando al “estudio”, provenientes -estos sí- del borde del cuadrilátero. Ya no quedaron dudas de que la radio era capaz de acercar, en apenas horas, aquello que hasta ese momento tardaba días y hasta meses en conocerse.

La Asosiación Argentina de Broadcasting se costituye en 1924, ese año se funda LOY Radio Nacional, denominada luego Radio Belgrano, y el diario La Nación inaugura una sección permanente de carácter técnico y noticioso sobre radiotelefonía y radiofonía. La radio a galena es desplazada por la radio con parlante, externo, que en poco tiempo se adosó al aparato y convivió con las válvulas en las radios capillas.

En 1925 se crea una radio con una característica particular: comienza sus transmisiones LOZ Broadcasting La Nación, hoy Radio Mitre, la primera emisora que pertenece a un medio gráfico cuyos titulares se leían cada mañana al comenzar la transmisión, dando origen así a una intrínseca relación entre la radio y los medios gráficos.

En los primeros años de la radiofonía argentina las emisoras eran privadas en su totalidad; el Estado, que aún así regulaba el funcionamiento de las mismas, funda la primer emisora de su propiedad en 1927. Difundiendo óperas desde el Teatro Colón nace el 23 de Mayo Radio Broadcasting Municipal.

Mejorando la señal (y no había internet)


Las transmisiones empezaron a captarse hasta en los pueblos más alejados desde principios de los años ’30 mediante las proezas tecnológicas de las cadenas de Radio Splendid, Radio Belgrano y la Red Azul y Blanca de Radio El Mundo.

Para 1935 construyeron a imagen y semejanza de la BBC de Londres a Radio El Mundo, y ya la radio tenía una gran influencia sobre la vida cotidiana. Como medio de comunicación esencialmente dedicado al entretenimiento, ofrecía los géneros más variados, pero un género se llevaba los laureles: el radioteatro. Desde el primer gran éxito, Chispazos de Tradición -la historia del español González Pulido que se emitía por Radio Nacional todas las tardes y por espacio de 50 minutos, contando las alegrías y los pesares de una familia del campo- hasta Los Pérez García -la saga de una familia de clase media que en tono de comedia de costumbres funcionó como espejo de muchas familias tipo del país -, se convirtió en un género aún hoy inolvidable.


Cuadro de las transformaciones
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Desde sus primeras denominaciones hasta cómo las conocemos en la actualidad, los nombres de las radios fueron modificándose a veces por criterios comerciales, otras de propiedad y también por conveniencias legales. A continuación, algunos ejemplos de estos cambios :


Un caso particular es El Mundo, que mantiene su nombre desde su fundación en 1935: LR1 Radio El Mundo. Algunas de las otras, y con larga tradición y gran cantidad de oyentes día a día, debieron pasar por muchos nombres antes de llegar a nuestros oídos como lo hacen ahora.

OPINIÓN

Desafíos

Hay algo en la definición formal que debería dar la pauta de, si no la forma, por lo menos el contenido de esta maestría: es un postgrado. Sin profundizar demasiado en este detalle banal, nimio y aparentemente superficial, aquí radica la mayor crítica que quien escribe repite una y otra vez. Porque en la banalidad de reclamar que un postgrado sea un postgrado se ve la mayor dificultad que esta modalidad académica (no olvidemos jamás esto: estamos en la Academia), ya que a todas luces lo que tiene de postgrado es simplemente que se hace después, y no que se requieren los conocimientos del grado para poder analizar y profundizar conocimientos, discutir teorías y, tal vez, realizar producciones inteligentes, analíticas y creativas. Quien vea un desafío intelectual, reflexivo o de pensamiento que lo ponga sobre el tapete. No parece haber en demasía.

Se me podrá decir que es una etapa de nivelación (¿un año de nivelación en dos años de cursada?), pero éste me parece un argumento falaz. Porque yo podría contestar: si me inscribo en un postgrado de Derecho, ¿puedo reclamar que me dicten Derecho Romano I porque provengo de otro campo disciplinar? Si hiciera un postgrado en Medicina (si es que algo así existe), ¿pondrían en la currícula Anatomía? La diversidad de enfoques que puede proveer la concurrencia de distintos ámbitos y conocimientos académicos sin dudas enriquece el análisis, pero también se pone en juego el interés de aquellos que, proviniendo de otros campos, demuestran en las temáticas del campo del periodismo. Que no es homogéneo, ni claramente delimitado, ni definitivamente clausurado, sino que tiene fronteras lábiles, contingentes, modificables -sobre todo en esta modernidad tecnológica.

Así, llegamos a las “clases” y el tiempo transcurre en un anecdotario que enriquecería una charla de café, pero no parece acorde a la pompa del ámbito donde se desarrolla. ¿Cuántas materias tienen programa? Todas. Bien. ¿Y bibliografía? Ahí la lista se acorta dramáticamente. ¿Y cuál es la pertinencia de esa bibliografía? Esas son las preguntas de superficie. Pero hay otras que recorren la cursada de modo más subterráneo, sosteniendo una cursada vacía: ¿de qué vamos a hablar? ¿qué es lo que venimos a aprender? La teoría sobre el periodismo es escasa y, en la inmensa mayoría de los casos, una sistematización de prácticas de hecho, de rutinas más o menos cristalizadas, funcionando como explicación teórica de lo que efectivamente sucede. Tiene gusto a poco. Ahora, si pensamos en que estamos en un postgrado (no me voy a cansar de repetirlo) en el ámbito de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires (tampoco me voy a cansar de repetirlo), ¿no resultaría cuanto menos interesante reflexionar acerca de la práctica periodística como una práctica más inserta en un sistema de prácticas? ¿tratar de pensar acerca de la especificidad de la práctica periodística en relación a las demás? ¿tratar de reconstruir un sistema de funcionamiento de algún tipo en donde el periodismo está actuando?

Por último, pero no por eso menos importante, es la comparación exigencia hacia el maestrando-oferta de la maestría. Nosotros tuvimos que, primero, terminar una carrera de grado, con todas las exigencias que eso supone. Luego, la inscripción requería trabajo original, dos cartas de recomendación pertinentes, una justificación personal de nuestros merecimientos sobre un cupo en el curso y el currículo vitae. Y el resultado de tamaña exigencia es absolutamente desproporcionado: para recurrir a ejemplos emblemáticos, escribir un artículo de 100 líneas sobre una película, o un artículo sobre nuestra cuadra u organizar un suplemento cultural en base a un color es una ofensa. Porque -obviando que para Ulanovsky Sacks los Estudios Culturales se iniciaron en Estados Unidos- los contenidos de la mayoría de las materias se sobreentienden con saber leer y escribir. Porque estamos descubriendo el agua tibia cuando nos dicen que los medios gráficos de gran tirada se sostienen con publicidad.

Para redondear con una definición polémica, planteo la siguiente diferencia entre la Maestría en Periodismo de los Postgrados de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA y el taller de periodismo de un centro cultural de Barracas: en la Maestría, todos los alumnos tienen título de grado