Desde sus comienzos, y luego a partir de periódicos cambios en el diseño y el equipo editorial (columnistas y colaboradores ocasionales), la revista Viva se convirtió en unos de los clásicos dominicales a nivel nacional, explicando su crecimiento en la constante orientación a un público variado en particularidades e intereses como es el núcleo familiar medio argentino.
“Hay muchas cosas que tenemos que pensar sobre el periodismo en relación a una revista que acompaña un diario nacional, pero que vende más del 90 por ciento de su tirada en Capital y el Gran Buenos Aires”, adelantó el editor de Viva, Daniel Dos Santos, antes de referirse a la revista. “Tenés que pensar en un lector especial, y eso ya marca no sólo geográficamente quién te va a leer, sino también un nivel cultural y económico determinado”. Ese es, a priori, uno de los principales problemas de la revista, en cuanto a los contenidos. De acuerdo con Dos Santos, el rango de lectores de Viva abarca desde el ABC1 al D2. “Desde el tipo que es culto y tiene plata hasta un desocupado o un obrero con un nivel de instrucción mucho más bajo”, graficó.
De todas maneras, estas limitaciones no sólo están ligadas a conceptos de cuantificación estadística, sino que se extienden –o realzan, más allá de la sorpresa- a procesos socioestructurales más complejos.
“En la crisis del 2001, el problema era el lenguaje: había gente en las encuestas que hacíamos sobre el diario que no entendía qué era lo que le preguntábamos. No entendía, no interpretaba los textos. Esto te lleva a pensar que cuando escribís tiene que estar lo mejor explicado posible pero tampoco tiene que aburrir al que tiene un bagaje cultural determinado. Por eso se hace bastante complicado hacer una revista para un diario como Clarín”, recordó el editor. Si bien la revista sale cada domingo junto al diario, la producción de cada número se realiza con 15 días de anticipación respecto a la fecha en que se distribuyen. “Esto obviamente es un problema industrial: para tirar los 900.000 ejemplares más o menos como tira Clarín los domingos, necesitás más tiempo de taller para hacer esta revista a todo color”, explicó Dos Santos, con lo que se refirió a la elección de los temas frente a la temporalidad de los cierres editoriales. “Eso te lleva a pensar temas que son atemporales o tratar temas temporales de una forma distinta de cómo se trata en el diario”, afirmó. “Yo recuerdo cosas terribles: salió un reportaje al piloto de Fórmula 1 (Ayrton) Senna, por ejemplo, y ya estaba muerto. Claro, vos sacás una explicación en el diario y listo, pero… No podés entrevistar a personas que tienen profesiones de riesgo”, ejemplificó. Luchas constantes Si se avala bajo la forma de un supuesto la tensión entre el espacio editorial y el espacio destinado a la publicidad, se abre la incógnita sobre cómo se gestan los artículos y bajo que condiciones, considerando las internas entre las diferentes secciones que componen un producto periodístico.
“En la revista todo parece racional cuando lo ves editado, pero los que trabajamos en los diarios sabemos que lo que sale es una suma de milagros; pero sale siempre, así que no parece tan milagroso”, reconoció el editor de Viva.
“La forma de producción periodística es: reunión de editores y redactores; las propuestas se hacen con anticipación por mail”, explicó, en alusión a la mecánica de trabajo aplicada en cada edición. “En la reunión de sumario se dan opiniones sobre los temas, y si gusta, se hace”. A ello se suma una reunión entre el equipo de Viva y todas las demás secciones del diario (N. del R.: para evitar que se trate el mismo tema en secciones distintas N. del R.).
De acuerdo con Dos Santos, la propuesta y el eventual desarrollo de las notas se realiza de una forma bastante personalizada, si se tiene en cuenta que el periodismo “es una profesión de muchos celos”. “Hasta algunas veces es molesto trabajar. Es difícil que en una redacción alguien te diga ‘qué buena nota”, comentó el periodista.
“Hay que conformar a mucha gente”, se quejó Dos Santos. “El editor general del diario también opina, con todo derecho, sobre los temas que le gustaría leer o por dónde hay que ir”, añadió. “Después de que el tema está encargado y alguien se pone a trabajar, siempre hay en las revistas mucho interés por la fotografía. Hay una lucha constante y está bien que sea así. Es muy lindo esto de que todos puedan hablar, decir lo que les parece, pero tiene que haber alguien que ponga un punto final y diga ‘esto se hace así, porque creo que’ y dé las razones”, estimó.
Sucesión de cambios
A pesar de la antigüedad de los medios, su constante cambio encuentra explicación en variados factores, como el recambio generacional de los profesionales, el aggiornamiento del lenguaje para captar nuevas franjas de lectores, la modernización del diseño y la implementación de diversas herramientas, todas tendientes a agilizar la lectura, por un lado, y relacionarla hacia otros soportes, por otro.
Pero esta lógica no sólo se deduce hacia los lectores, sino que también plantea un fuerte correlato hacia adentro de las redacciones, sea por los cambios propios en los equipos o por modificaciones en otros productos que influyen de forma más o menos directa en ellos. “A mí, los rediseños en general no me gustan. Creo que son un negocio para mucha gente. Yo no veo esta necesidad de diseñar un diario cada dos años, no la comparto”, cuestionó Dos Santos. Tensiones internas…
Otra de las decisiones del medio con las que el editor no se mostró de acuerdo es la publicación de la tapa de Viva en clarin.com. “Que salga sólo la nota de tapa en Internet no es una decisión de la revista; es más, me parece una mala decisión. Debería estar completa, como el resto del diario”, se quejó.
De alguna forma, estas situaciones no pueden mantenerse al margen de las idas y vueltas entre la dimensión editorial y la comercial-publicitaria del medio, o lo que se cree que el público espera. Por ejemplo, para Dos Santos, “los días especiales, como el Día de la Madre, son insoportables: vos no tenés ganas de hacer, pero algo tenés que hacer, porque si no se quejan los lectores. Entonces, cada vez que llega tenés que pensar algo diferente”.
¿Cómo funciona la búsqueda de eso “diferente” respecto a la inclusión de columnistas fijos? “Si fuera decisión mía, yo sacaría todas las columnas”, respondió, tajante, el periodista. “En general tienen un contrato, como por ejemplo (Paulo) Coelho, que tenía un contrato de 90 números. Por suerte ya están terminando, pero son decisiones editoriales que superan a la conducción más cercana de la revista”, explicó. “Coelho es un fenómeno porque vende millones de libros, pero el que tiene ganas de leer el libro que vaya a la librería y lo compre. Lo que pasa es que se trata de cubrir el espectro más amplio: por ahí a alguien le gusta Coelho y compra el diario por eso”, reflexionó, a modo de conclusión.
“Hay muchas cosas que tenemos que pensar sobre el periodismo en relación a una revista que acompaña un diario nacional, pero que vende más del 90 por ciento de su tirada en Capital y el Gran Buenos Aires”, adelantó el editor de Viva, Daniel Dos Santos, antes de referirse a la revista. “Tenés que pensar en un lector especial, y eso ya marca no sólo geográficamente quién te va a leer, sino también un nivel cultural y económico determinado”. Ese es, a priori, uno de los principales problemas de la revista, en cuanto a los contenidos. De acuerdo con Dos Santos, el rango de lectores de Viva abarca desde el ABC1 al D2. “Desde el tipo que es culto y tiene plata hasta un desocupado o un obrero con un nivel de instrucción mucho más bajo”, graficó.
De todas maneras, estas limitaciones no sólo están ligadas a conceptos de cuantificación estadística, sino que se extienden –o realzan, más allá de la sorpresa- a procesos socioestructurales más complejos.
“En la crisis del 2001, el problema era el lenguaje: había gente en las encuestas que hacíamos sobre el diario que no entendía qué era lo que le preguntábamos. No entendía, no interpretaba los textos. Esto te lleva a pensar que cuando escribís tiene que estar lo mejor explicado posible pero tampoco tiene que aburrir al que tiene un bagaje cultural determinado. Por eso se hace bastante complicado hacer una revista para un diario como Clarín”, recordó el editor. Si bien la revista sale cada domingo junto al diario, la producción de cada número se realiza con 15 días de anticipación respecto a la fecha en que se distribuyen. “Esto obviamente es un problema industrial: para tirar los 900.000 ejemplares más o menos como tira Clarín los domingos, necesitás más tiempo de taller para hacer esta revista a todo color”, explicó Dos Santos, con lo que se refirió a la elección de los temas frente a la temporalidad de los cierres editoriales. “Eso te lleva a pensar temas que son atemporales o tratar temas temporales de una forma distinta de cómo se trata en el diario”, afirmó. “Yo recuerdo cosas terribles: salió un reportaje al piloto de Fórmula 1 (Ayrton) Senna, por ejemplo, y ya estaba muerto. Claro, vos sacás una explicación en el diario y listo, pero… No podés entrevistar a personas que tienen profesiones de riesgo”, ejemplificó. Luchas constantes Si se avala bajo la forma de un supuesto la tensión entre el espacio editorial y el espacio destinado a la publicidad, se abre la incógnita sobre cómo se gestan los artículos y bajo que condiciones, considerando las internas entre las diferentes secciones que componen un producto periodístico.
“En la revista todo parece racional cuando lo ves editado, pero los que trabajamos en los diarios sabemos que lo que sale es una suma de milagros; pero sale siempre, así que no parece tan milagroso”, reconoció el editor de Viva.
“La forma de producción periodística es: reunión de editores y redactores; las propuestas se hacen con anticipación por mail”, explicó, en alusión a la mecánica de trabajo aplicada en cada edición. “En la reunión de sumario se dan opiniones sobre los temas, y si gusta, se hace”. A ello se suma una reunión entre el equipo de Viva y todas las demás secciones del diario (N. del R.: para evitar que se trate el mismo tema en secciones distintas N. del R.).
De acuerdo con Dos Santos, la propuesta y el eventual desarrollo de las notas se realiza de una forma bastante personalizada, si se tiene en cuenta que el periodismo “es una profesión de muchos celos”. “Hasta algunas veces es molesto trabajar. Es difícil que en una redacción alguien te diga ‘qué buena nota”, comentó el periodista.
“Hay que conformar a mucha gente”, se quejó Dos Santos. “El editor general del diario también opina, con todo derecho, sobre los temas que le gustaría leer o por dónde hay que ir”, añadió. “Después de que el tema está encargado y alguien se pone a trabajar, siempre hay en las revistas mucho interés por la fotografía. Hay una lucha constante y está bien que sea así. Es muy lindo esto de que todos puedan hablar, decir lo que les parece, pero tiene que haber alguien que ponga un punto final y diga ‘esto se hace así, porque creo que’ y dé las razones”, estimó.
Sucesión de cambios
A pesar de la antigüedad de los medios, su constante cambio encuentra explicación en variados factores, como el recambio generacional de los profesionales, el aggiornamiento del lenguaje para captar nuevas franjas de lectores, la modernización del diseño y la implementación de diversas herramientas, todas tendientes a agilizar la lectura, por un lado, y relacionarla hacia otros soportes, por otro.
Pero esta lógica no sólo se deduce hacia los lectores, sino que también plantea un fuerte correlato hacia adentro de las redacciones, sea por los cambios propios en los equipos o por modificaciones en otros productos que influyen de forma más o menos directa en ellos. “A mí, los rediseños en general no me gustan. Creo que son un negocio para mucha gente. Yo no veo esta necesidad de diseñar un diario cada dos años, no la comparto”, cuestionó Dos Santos. Tensiones internas…
Otra de las decisiones del medio con las que el editor no se mostró de acuerdo es la publicación de la tapa de Viva en clarin.com. “Que salga sólo la nota de tapa en Internet no es una decisión de la revista; es más, me parece una mala decisión. Debería estar completa, como el resto del diario”, se quejó.
De alguna forma, estas situaciones no pueden mantenerse al margen de las idas y vueltas entre la dimensión editorial y la comercial-publicitaria del medio, o lo que se cree que el público espera. Por ejemplo, para Dos Santos, “los días especiales, como el Día de la Madre, son insoportables: vos no tenés ganas de hacer, pero algo tenés que hacer, porque si no se quejan los lectores. Entonces, cada vez que llega tenés que pensar algo diferente”.
¿Cómo funciona la búsqueda de eso “diferente” respecto a la inclusión de columnistas fijos? “Si fuera decisión mía, yo sacaría todas las columnas”, respondió, tajante, el periodista. “En general tienen un contrato, como por ejemplo (Paulo) Coelho, que tenía un contrato de 90 números. Por suerte ya están terminando, pero son decisiones editoriales que superan a la conducción más cercana de la revista”, explicó. “Coelho es un fenómeno porque vende millones de libros, pero el que tiene ganas de leer el libro que vaya a la librería y lo compre. Lo que pasa es que se trata de cubrir el espectro más amplio: por ahí a alguien le gusta Coelho y compra el diario por eso”, reflexionó, a modo de conclusión.
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