20071231
Nada Personal (Parte 1): “Silenzio Stampa”
El Personal Fest 2007 se presentaba como el último de los grandes festivales de música de la temporada. Producido por la empresa Pop Art al igual que los otros dos grandes “tanques” del año –el Quilmes Rock y el Pepsi Music–; tuvo mucha menos difusión que aquellos, aunque la prioridad en esta clase de megaeventos es la promoción de la marca auspiciante.
Mariano García
20071210
Leonardo Villafañe: “No hay un planteo serio aun sobre el trabajo periodístico en la web”
Como editor de El Cronista.Com (versión digital del centenario diario económico argentino), Leonardo Villafañe se ha especializado en el desarrollo, estudio y docencia del periodismo digital. Graduado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Nacional de Córdoba, desde hace años participa en congresos y dicta cursos relacionados con la materia.
Sobre el desarrollo incipiente del periodismo digital, las particularidades de ejercerlo en un medio especializado en Economía, y la historia de El Cronista.Com de la última década, habló en la última charla en el marco de la Maestría en Periodismo de la Facultad de Ciencias Sociales.
Sobre el desarrollo incipiente del periodismo digital, las particularidades de ejercerlo en un medio especializado en Economía, y la historia de El Cronista.Com de la última década, habló en la última charla en el marco de la Maestría en Periodismo de la Facultad de Ciencias Sociales.
Pioneros en la web, pero con dificultades
A pesar de no ser un periódico de gran tirada, El Cronista fue el primero en tener una versión disponible en Internet, desarrollada entre los años 1994 y 1995. Así explica Villafañe sus características: “Básicamente era la clonación de la información que estaba en papel. Estaba subida a un sitio que era muy precario en materia de diseño y navegabilidad, pero tenia un aspecto distintivo y que lamentablemente fue destruido por alguien cuando El Cronista (cuyo dueño era Eurnekian) empiezan a digitalizar los archivos de Internet.”
Cuando en 2001 el grupo español Recoletos (dueño entre otros de los sitios web del periódico deportivo Marca, de Actualidad Económica y Diario Médico) compra El Cronista, no se incluyó en la operación la transferencia del sitio web. Entonces, “ellos abandonan el sitio –explica Villafañe–, porque quedaron con un contrato medio leonino, y ahí quedo el sitio como un lugar para subir la pagina de papel de diario. Hasta que comienza a destrabarse de la situación contractual y el sitio se relanza en diciembre de 2003. Se armó un equipo de seis personas para relanzarlo con actualizaciones, rediseño, todo aquello que se había acumulado en este acervo cultural de archivo y comienza la migración de archivos de un servidor a otros. Pero quedó una parte del archivo en un servidor y otra parte en otro, estaba virtualmente destruido, porque los motores de búsqueda no servían. Ahí lo di prácticamente por perdido, lo que era una pena.”
Para el año 2003, el sitio se relanzó y comenzó una etapa de actualización que llevó a El Cronista.Com a su forma actual, agregando noticias de último momento al diseño. Sin embargo, los problemas no se habían resuelto en su totalidad. “La empresa nos contó que tenia intenciones de crecer, pero esto no se cumplió porque los empresarios de Recoletos, desde que llegaron se querían ir”, comenta el actual editor.
Al año siguiente, la empresa española quita periodistas del medio digital, para llevarlos al papel, y finalmente en 2006 deciden vender. “El sitio quedó abandonado por falta de recursos, pero lo mantuvimos piloteando hasta que tuvo nuevo dueño”. Con la compra por parte de De Narváez, durante 2007 hubo un nuevo relanzamiento, con la principal innovación de pasar a tener contenidos disponibles para quienes no son suscriptores.
Apertura y nuevo enfoque
Así explica Villafañe este nuevo enfoque del medio. “En la anterior etapa había que estar suscripto para leer El Cronista en Internet, ahora hay servicio mixto. Ya la concepción era distinta, el desarrollo del sitio no estaba concebido como un valor propio, sino un «anabólico» mas. Nosotros la pensamos como una sección mas del diario”.
En esta nueva etapa, las capacidades periodísticas se diferencian de las tradicionales competencias necesarias para el trabajo impreso. “A los chicos de ahora se les pide mantener bastante conocimiento multimedial. Se les exige saber cortar audios y videos, y eso habla de la flexibilidad laboral, porque al hacer todo, la nota, titular, cortar audios, no sé si se hará bien todo.”
Sobre la nueva forma de trabajo en equipo, Villafañe comenta que “En Internet es fundamental la relación con la parte técnica. Cuando empecé a trabajar acá, la relación con el diseñador era complicada. Es toda una discusión, porque además tenés un programador. El lenguaje va cambiando, el lenguaje de Internet ya se codificó, así como hay lenguaje televisivo y radial.”
Para el año 2003, el sitio se relanzó y comenzó una etapa de actualización que llevó a El Cronista.Com a su forma actual, agregando noticias de último momento al diseño. Sin embargo, los problemas no se habían resuelto en su totalidad. “La empresa nos contó que tenia intenciones de crecer, pero esto no se cumplió porque los empresarios de Recoletos, desde que llegaron se querían ir”, comenta el actual editor.
Al año siguiente, la empresa española quita periodistas del medio digital, para llevarlos al papel, y finalmente en 2006 deciden vender. “El sitio quedó abandonado por falta de recursos, pero lo mantuvimos piloteando hasta que tuvo nuevo dueño”. Con la compra por parte de De Narváez, durante 2007 hubo un nuevo relanzamiento, con la principal innovación de pasar a tener contenidos disponibles para quienes no son suscriptores.
Apertura y nuevo enfoque
Así explica Villafañe este nuevo enfoque del medio. “En la anterior etapa había que estar suscripto para leer El Cronista en Internet, ahora hay servicio mixto. Ya la concepción era distinta, el desarrollo del sitio no estaba concebido como un valor propio, sino un «anabólico» mas. Nosotros la pensamos como una sección mas del diario”.
En esta nueva etapa, las capacidades periodísticas se diferencian de las tradicionales competencias necesarias para el trabajo impreso. “A los chicos de ahora se les pide mantener bastante conocimiento multimedial. Se les exige saber cortar audios y videos, y eso habla de la flexibilidad laboral, porque al hacer todo, la nota, titular, cortar audios, no sé si se hará bien todo.”
Sobre la nueva forma de trabajo en equipo, Villafañe comenta que “En Internet es fundamental la relación con la parte técnica. Cuando empecé a trabajar acá, la relación con el diseñador era complicada. Es toda una discusión, porque además tenés un programador. El lenguaje va cambiando, el lenguaje de Internet ya se codificó, así como hay lenguaje televisivo y radial.”
Adaptarse a estos cambios tecnológicos implica que el periodista no se ocupe solamente de escribir su nota. El manejo multimedial pasa a ser un requisito que no todos poseen, y que algunos aceptan “por cuestión de futuro laboral, porque entiende que es un cambio necesario, o por vanidad por estar con su video en la web”, resume el editor. Un cambio que afecta más a las antiguas generaciones: “Tenemos 5 jóvenes en la redacción que manejan muy bien los programas, no tienen ningún problema en hacerlo, es parte de su trabajo. En cambio si a un periodista de más de 30 años le decís eso, es más complejo”, concluye.
Futuro incierto
La precariedad en la que se desarrolla en la actualidad el periodismo digital, llevan a Villafañe a ser precavido en cuanto a perspectivas a futuro. “Aún no hay suficiente inversión en los medios on line para hacer un trabajo mas serio, se tiene mucho pasante que hace lo que puede”. Su balance final no suena demasiado alentador: “No hay un planteo serio aun sobre el trabajo periodístico en la web.”
Futuro incierto
La precariedad en la que se desarrolla en la actualidad el periodismo digital, llevan a Villafañe a ser precavido en cuanto a perspectivas a futuro. “Aún no hay suficiente inversión en los medios on line para hacer un trabajo mas serio, se tiene mucho pasante que hace lo que puede”. Su balance final no suena demasiado alentador: “No hay un planteo serio aun sobre el trabajo periodístico en la web.”
20071203
Juan Sasturain: Una vacuna contra la fobia a los libros
Los 37 años de labor periodística lo sorprenden a Juan Sasturain con una popularidad ganada a fuerza de lo que siempre fue su pasión: la literatura. El éxito de su ciclo “Ver para leer” por Telefé (donde recomienda libros al público masivo de la TV abierta) y la reciente reedición de sus novelas por Página/12, lo han puesto en el centro del escenario del periodismo cultural.
Pero Sasturain no es sólo una cara en la pantalla y en los afiches de la vía pública. Profesor de Letras, docente en la UBA y en la Universidad Nacional de Rosario, ha trabajado durante casi cuatro décadas en diarios como Clarín, La Opinión, La Razón, Página/12, Tiempo Argentino, Sur, La Voz; en diferentes revistas (Superhumor, Feriado Nacional, Fierro 1º y 2º época) y fue guionista de historietas como Perramus.
Pero Sasturain no es sólo una cara en la pantalla y en los afiches de la vía pública. Profesor de Letras, docente en la UBA y en la Universidad Nacional de Rosario, ha trabajado durante casi cuatro décadas en diarios como Clarín, La Opinión, La Razón, Página/12, Tiempo Argentino, Sur, La Voz; en diferentes revistas (Superhumor, Feriado Nacional, Fierro 1º y 2º época) y fue guionista de historietas como Perramus.
20071126
Sobre escritores y periodistas
Con una trayectoria en medios que muchos periodistas desearían poder contar, Sasturain se considera al margen de la profesión: “La verdad es que yo no soy periodista; he laburado mucho en los medios, pero no estudié periodismo, no tengo vocación periodística. Por vocación me gusta escribir, y en este país si uno quiere ganarse la vida haciendo lo que le gusta tiene que trabajar en los medios gráficos, y asociarse a la Utpba, y por lo tanto te convertís en periodista. Lo digo con absoluto respeto y admiración por mis compañeros de redacción, hoy de Página/12. He estado siempre rodeado de grandes periodistas.”
Lejos de considerarse una excepción, asocia su trayectoria en los medios gráficos a la de muchos de sus amigos y compañeros de generación. “Los que ahora tenemos como 60 años –explica– comenzamos a escribir y pasamos por la facultad en los conmovidos ´60, y fuimos docentes en los despelotadísimos ´70. Somos la primera generación de pretendientes escritores que trabajamos muchísimo en los medios: Osvaldo Soriano, el Negro Fontanarrosa, el Negro Dolina son impensados fuera de los medios. Son escritores que llegaron al libro pero no necesariamente empezaron por el libro, el libro es como un lugar de paso. Pero es el lugar donde yo me siento más cómodo.”
La profesión terminó quitándole un poco de esa comodidad del mundo de los libros, para meterlo de lleno en el vértigo del periodismo diario. “Yo empecé a laburar adentro de un diario a los 50 años. Una cosa es laburar en un diario y otra hacer una revista mensual de historietas: hacer eso es una joda. Yo fui colaborador de Página/12 desde que empezó, pero hace diez empecé a ir todos los días. Era como un pasante veterano: tuve que aprender a cerrar a los 50 años.
Lejos de considerarse una excepción, asocia su trayectoria en los medios gráficos a la de muchos de sus amigos y compañeros de generación. “Los que ahora tenemos como 60 años –explica– comenzamos a escribir y pasamos por la facultad en los conmovidos ´60, y fuimos docentes en los despelotadísimos ´70. Somos la primera generación de pretendientes escritores que trabajamos muchísimo en los medios: Osvaldo Soriano, el Negro Fontanarrosa, el Negro Dolina son impensados fuera de los medios. Son escritores que llegaron al libro pero no necesariamente empezaron por el libro, el libro es como un lugar de paso. Pero es el lugar donde yo me siento más cómodo.”
La profesión terminó quitándole un poco de esa comodidad del mundo de los libros, para meterlo de lleno en el vértigo del periodismo diario. “Yo empecé a laburar adentro de un diario a los 50 años. Una cosa es laburar en un diario y otra hacer una revista mensual de historietas: hacer eso es una joda. Yo fui colaborador de Página/12 desde que empezó, pero hace diez empecé a ir todos los días. Era como un pasante veterano: tuve que aprender a cerrar a los 50 años.
Televisión y cultura de masas
La televisión también le dio a Juan Sasturain una bienvenida tardía, con “Ver para leer”, presentado por Telefé como el “primer programa sobre literatura de la televisión abierta y privada” (entiéndase comercial y masiva). Los domingos a la medianoche, el ciclo ideado por Claudio Villarruel le ofrecía al público que se quedaba hasta el final de Gran Hermano autores como Cortázar, Charles Dickens, María Elena Walsh, Maurico Kartún, Armando Discépolo, Roberto Fontanarrosa, Pablo Neruda, y una larga lista de imprescindibles de las letras.
Cuenta la historia que Villarruel le hizo el ofrecimiento a Sasturain en el cumpleaños de 15 de su hija, proponiéndole un modelo similar a “El show de los libros” del chileno Antonio Skármeta. “Evidentemente debe haber sido por la asociación de un pelado de anteojitos –ironiza el escritor y periodista- y me dijo «¿por qué no lo hacés vos?», me habrá visto alguna vez charlando en la tele con alguna soltura, y me lo ofreció. ¡Y por que no! Qué más lindo que un programa de libros por la tele. Entonces al año siguiente (el año pasado), me contactan con la productora, y ya estaba el programa armado: «Va a tener esta estética, y vos vas a hacer un personaje que le van a pasar cosas y las tenés que resolver con libros. Cada vez que tengas un problema, lo tenés que resolver con libros». «¿Vos estás en pedo?», le dije, «¿Te creés que voy a hacer esta payasada?». Y terminé haciendo todo, hasta lo peor”.
Fue así que Sasturain, junto al actor Fabián Arenillas, se encargó de introducir en el gusto por la literatura al público masivo, en un formato que combina la ficción, el humor y la divulgación, con una escenografía que juega con la estética de la historieta, otra de las pasiones del conductor.
Esta experiencia, da pie para que Sasturain reflexiones sobre la relación entre lo que se considera como alta cultura y consumos masivos. “Decía muchas pelotudeces sobre la televisión. Tenemos tantos prejuicios, es un preconcepto que uno tiene de acuerdo a su experiencia sobre lo nuevo. Pero con los fenómenos de los medios masivos hay muchísima ambigüedad, y hay algunos mecanismos de crítica cultural que, ahora vistos en perspectiva, son bastante evidentes. Aquello que en el momento se desprecia, con los años es reivindicado por los mismos sectores culturales: Sandro, Pepe Biondi, el Negro Olmedo, El Chavo. Cosas que en su momento, si las veían en televisión te vomitaban al lado. Hoy en día hasta elogian las películas con Porcel, y son una basura. Olmedo ha hecho cosas buenas, pero también basura a paladas. Y un caso muy lindo es el de Bolaños, el Chavo. ¡Las huevadas que se han escrito desde el buen sentido! El Chavo es una comedia extraordinariamente bien hecha: con personajes creíbles y queribles.”
Y previniéndose de objeciones que las mentes bien pensantes pueden hacer entre su programa y el tanque de Telefé, Sasturain aclara: “En la televisión comercial, ni antes ni ahora la cultura tuvo un espacio importante (cuando había monopolio estatal te la tenías que comer). Este es un canal comercial en la que la decisión de hacer un programa como este no es distinta a la decisión de hacer Gran Hermano o cualquier otro programa que tenga al aire. Tiene que ser un programa que le funcione.”
La pregunta que surge, entonces, es si considera que el objetivo divulgativo del programa se ha cumplido, a lo que Sasturain responde: “Es una especie de introducción, de vacuna contra la fobia al libro. El programa está dirigido a quien no lee. La inmensa mayoría que ve el programa es la gente que está viendo Gran Hermano y se quedan viendo lo que sigue. Es un programa masivo dirigido a aquel que no lee. Entonces, cuando se menciona un libro se parte de cero: cuando yo digo Cortázar, abajo dice quién es Cortázar; no se sobreentiende, no hay una complicidad de información. Hay una complicidad que creo que es muy valiosa, que es la del placer por la lectura. Si uno es capaz de transmitir el placer, que es la única razón por la que uno hace algo, hay que recuperar eso. Si no, vamos todos a casa.”.
Cuenta la historia que Villarruel le hizo el ofrecimiento a Sasturain en el cumpleaños de 15 de su hija, proponiéndole un modelo similar a “El show de los libros” del chileno Antonio Skármeta. “Evidentemente debe haber sido por la asociación de un pelado de anteojitos –ironiza el escritor y periodista- y me dijo «¿por qué no lo hacés vos?», me habrá visto alguna vez charlando en la tele con alguna soltura, y me lo ofreció. ¡Y por que no! Qué más lindo que un programa de libros por la tele. Entonces al año siguiente (el año pasado), me contactan con la productora, y ya estaba el programa armado: «Va a tener esta estética, y vos vas a hacer un personaje que le van a pasar cosas y las tenés que resolver con libros. Cada vez que tengas un problema, lo tenés que resolver con libros». «¿Vos estás en pedo?», le dije, «¿Te creés que voy a hacer esta payasada?». Y terminé haciendo todo, hasta lo peor”.
Fue así que Sasturain, junto al actor Fabián Arenillas, se encargó de introducir en el gusto por la literatura al público masivo, en un formato que combina la ficción, el humor y la divulgación, con una escenografía que juega con la estética de la historieta, otra de las pasiones del conductor.
Esta experiencia, da pie para que Sasturain reflexiones sobre la relación entre lo que se considera como alta cultura y consumos masivos. “Decía muchas pelotudeces sobre la televisión. Tenemos tantos prejuicios, es un preconcepto que uno tiene de acuerdo a su experiencia sobre lo nuevo. Pero con los fenómenos de los medios masivos hay muchísima ambigüedad, y hay algunos mecanismos de crítica cultural que, ahora vistos en perspectiva, son bastante evidentes. Aquello que en el momento se desprecia, con los años es reivindicado por los mismos sectores culturales: Sandro, Pepe Biondi, el Negro Olmedo, El Chavo. Cosas que en su momento, si las veían en televisión te vomitaban al lado. Hoy en día hasta elogian las películas con Porcel, y son una basura. Olmedo ha hecho cosas buenas, pero también basura a paladas. Y un caso muy lindo es el de Bolaños, el Chavo. ¡Las huevadas que se han escrito desde el buen sentido! El Chavo es una comedia extraordinariamente bien hecha: con personajes creíbles y queribles.”
Y previniéndose de objeciones que las mentes bien pensantes pueden hacer entre su programa y el tanque de Telefé, Sasturain aclara: “En la televisión comercial, ni antes ni ahora la cultura tuvo un espacio importante (cuando había monopolio estatal te la tenías que comer). Este es un canal comercial en la que la decisión de hacer un programa como este no es distinta a la decisión de hacer Gran Hermano o cualquier otro programa que tenga al aire. Tiene que ser un programa que le funcione.”
La pregunta que surge, entonces, es si considera que el objetivo divulgativo del programa se ha cumplido, a lo que Sasturain responde: “Es una especie de introducción, de vacuna contra la fobia al libro. El programa está dirigido a quien no lee. La inmensa mayoría que ve el programa es la gente que está viendo Gran Hermano y se quedan viendo lo que sigue. Es un programa masivo dirigido a aquel que no lee. Entonces, cuando se menciona un libro se parte de cero: cuando yo digo Cortázar, abajo dice quién es Cortázar; no se sobreentiende, no hay una complicidad de información. Hay una complicidad que creo que es muy valiosa, que es la del placer por la lectura. Si uno es capaz de transmitir el placer, que es la única razón por la que uno hace algo, hay que recuperar eso. Si no, vamos todos a casa.”.
Lecturas y teorías
A lo que apunta el escritor y periodista es a transmitir la particular relación que las personas tienen con la literatura. Tal como él lo entiende, “la experiencia de la lectura es individual, solitaria y silenciosa. Eso es leer. No tiene nada que ver con la inmensa mayoría de actividades que tenemos en nuestra experiencia cotidiana. Todo lo hacemos simultáneamente haciendo otras cosas, generalmente con la presencia del sonido, acompañados y con un conjunto de estímulos. Para leer tienen que caer los otros estímulos y exige un alto grado de concentración. La inmensa mayoría de las actividades que realizamos tienden a dispersar nuestra atención, tendemos a sentirnos más cómodos cuando estamos con la atención más dispersa; así es nuestra vida. Entonces, la lectura se convierte en una experiencia que no es normal y común; ya no lo es” explica.
Sasturain no reniega de su formación universitaria, pero no ahorra críticas para el academicismo que rodea al mundo de las letras. Según él, “una de las perversiones que nos tiene en un falso dilema es lo mal que está el sistema educativo: no sirve para nada. De diagnóstico estamos hartos, hay a patadas. Ya se sabe todo lo que está mal. De teoría, de diagnósticos, de investigación, estamos hartos. La realidad está harta de tanto diagnóstico. Esto va a parecer una provocación antiteórica, pero hay muchos ladrones que viven de esto; es el aparato que hace que en lugar de operar sobre la realidad, les basta con tener razón.”
Argumentos como estos son los que lo llevan a reivindicar el placer por la lectura, antes que el pesimismo y la sobreinterpretación propios del mundo académico. Nada nuevo para alguien que ha reivindicado los géneros mal llamados “menores” (las historietas, la literatura sobre fútbol, entre otros), mucho antes de que éstos fueran abrazados por la cultura oficial.
Durante años fue compañero de ruta de figuras como Osvaldo Soriano, Roberto Fontanarrosa y Alejandro Dolina. Hoy le toca a Juan Sasturain tomar la punta en el difícil juego de poner en jaque los prejuicios que separan la cultura masiva, la popular y la letrada. Una apuesta que no importa si tiene o no un resultado final, pero que merece ser jugada.
Sasturain no reniega de su formación universitaria, pero no ahorra críticas para el academicismo que rodea al mundo de las letras. Según él, “una de las perversiones que nos tiene en un falso dilema es lo mal que está el sistema educativo: no sirve para nada. De diagnóstico estamos hartos, hay a patadas. Ya se sabe todo lo que está mal. De teoría, de diagnósticos, de investigación, estamos hartos. La realidad está harta de tanto diagnóstico. Esto va a parecer una provocación antiteórica, pero hay muchos ladrones que viven de esto; es el aparato que hace que en lugar de operar sobre la realidad, les basta con tener razón.”
Argumentos como estos son los que lo llevan a reivindicar el placer por la lectura, antes que el pesimismo y la sobreinterpretación propios del mundo académico. Nada nuevo para alguien que ha reivindicado los géneros mal llamados “menores” (las historietas, la literatura sobre fútbol, entre otros), mucho antes de que éstos fueran abrazados por la cultura oficial.
Durante años fue compañero de ruta de figuras como Osvaldo Soriano, Roberto Fontanarrosa y Alejandro Dolina. Hoy le toca a Juan Sasturain tomar la punta en el difícil juego de poner en jaque los prejuicios que separan la cultura masiva, la popular y la letrada. Una apuesta que no importa si tiene o no un resultado final, pero que merece ser jugada.
20071122
“Yo fui un idiota útil”
El periodista y profesor Daniel Santachita estuvo en la Facultad de Ciencias Sociales y habló para los Maestrandos de Periodismo acerca de sus experiencias en los medios, un poco a contramano de la visión rosa que suele tenerse del ambiente. Dejó algunas definiciones interesantes sobre el funcionamiento del sistema y reflexionó sobre el rol del periodista en ciertas coyunturas históricas, como la que a él le tocó vivir. Sanpedrino como Lalo Mir, Fernando Bravo, Estela Montes y César Macetti, no se calló nada.
Una autodefinición
A pesar de ser un “ex” de los medios, Santachita prefiere definirse de otra manera. Dijo que no volvería más a trabajar de donde, siente, pudo escapar, así que prefiere presentarse “como un arrepentido. Arrepentido de haber laburado y no haber entendido. Porque en realidad, yo no desprecié los oropeles, no me di cuenta que estaban. Sino, hubiese ido en pos de ese oro, diría con ironía”.
Y agregó que en su “camino profesional, en mi educación en los medios, está la esperanza de modificar algunas cosas, entender la información como un bien social, y en consecuencia avanzar por ese camino. Y el otro es tratar de beneficiarse en lo personal. Habría una tercera posición (como tantas veces se utilizó ese término), que es tratar de vivir bien, haciendo lo que nos parece lo más digno dentro del medio”, subrayó.
Hizo sus primeras experiencias en medios en San Pedro, en la radio local, y llegó a Buenos Aires a principios de los ´80, donde comenzó a trabajar en Radio Continental y logró cierto renombre. Pero la misma dinámica de funcionamiento lo llevó a reflexionar sobre lo que estaba haciendo. “Yo me fui de los medios en la década del ’90 -recordó-, en la década de la globalización, porque empecé a sentir que era un reproductor de ciertos sentidos sociales, en beneficio de ciertas elites económicas.”
Eso, siente, lo llevó a transformarse “en un vocero a favor de las privatizaciones, por pereza, por no indagar, o por ignorante, y llegó un momento que me hizo un click. Yo hablaba todo el tiempo de que había que privatizar los ferrocarriles, porque no funcionaban, sin darme cuenta que en realidad estaba suscribiendo todo un discurso que apuntaba a que se privaticen. ¡Pedazo de tarado! (por no decir otra palabra)”, señaló con cierta resignación.
“Me arrepiento, entonces, de no haberme dado cuenta”, repitió, “de haber trabajado dentro de un sistema, donde llegué tarde a darme cuenta de lo que pasaba. La ironía pasa por el hecho de que al no haber comprendido, no me favorecí de las mercancías que giran en torno a esa producción de sentido en los medios de difusión. Por la ignorancia atávica que tenemos los periodistas en muchas cosas, al no saber eso, terminamos pidiendo que privaticen los ferrocarriles, por ejemplo, porque cada vez funcionaban peor. En consecuencia, la guita se la llevaron otros, y yo fui un idiota útil.”
Plantar posición
Santachita sostuvo, sin mencionarlo explícitamente, una posición ética respecto al hacer periodístico y sus consecuencias. Afirmó: “Ir por la vida con esa carga es insoportable. Haber estado en medio de una fuente y un receptor, siendo funcional a los intereses de la fuente. Y así se privatizó todo. Se creó todo un escenario, para que desde la gente se reclamara eso.”
¿Por qué sucede esto? ¿Cuáles son los motivos de tamaña carga? “El periodismo suele reproducir fuentes interesadas: si a mí me llama alguien, para generar un rumor, y me dice que tiene una primicia, y la primicia es una mercancía, y estoy en una radio cuyo slogan es ´informa primero´ (el slogan del servicio informativo de radio Mitre), entonces me van a llamar a mí.”
También al respecto, sostuvo que no cree “en la neutralidad de las fuentes. Y me di cuenta que, tarde o temprano, me iba a convertir en un vocero de ese poder. Obviamente, si no hay fuentes no hay noticias. El tema es cómo nos preparamos nosotros, para mediar entre esas fuentes y los destinatarios de las noticias. Las fuentes, generalmente intentan persuadir. Y hay condicionamientos que no sólo pasan por las sugerencias permanentes, o regalos para el día del periodista, sino también por un hermoso sobre así de gordo”, dijo mientras parecía recordar ejemplos de sobres hermosos.
Otros rumbos
¿Qué sucedió luego de ese “abandono” de los medios? Sentía que tenía cosas para decir, y decidió decirlas en el ámbito académico. “Empecé a tomar el camino universitario, y estoy en ese lugar ahora. La universidad me da la posibilidad de abrir un signo de interrogación frente al que está del otro lado. Tal vez no me suceda esto en un ambiente de pares, pero nos sucede mucho cuando estamos frente a gente más joven.”
“Llegan a nosotros egresados de la escuela secundaria que toman a los medios como la verdad revelada -continuó-. Entonces, trato que cuando pasan por mí, de 25 que son, cuatro o cinco entiendan al ver televisión lo que es la construcción del acontecimiento. Para mí con eso ya está. Para una causa futura, ya hay cuatro o cinco personas más que piensan. Es una militancia a favor del pensamiento.”
Su esperanza es que esos pocos -según su visión- que pueden reflexionar sobre un saber que se hace haciendo puedan lograr algo que transforme eso que a él lo dejó de lado y lo obligó a dejar los medios. “Para mí, esto de cambiar los medios desde adentro es una utopía, una esperanza. Una utopía a alcanzar de a pasos, acercándose. Eso es una utopía. Yo no abandonaría el optimismo; me podrían poner en el lugar de apocalíptico, pero yo reniego. Si me tienen que poner entre apocalípticos e integrados, soy apocalíptico. Pero si me dan la posibilidad de construir otra imagen, diría que soy un optimista. Porque si estoy laburando en esto, es porque creo que las generaciones que vienen van a tomar una posta a la que hay que ayudar. Yo la voy a ver, o no; no me importa. Como no me importó la guita, en el momento de pasar de ganar tres mil dólares por mes, a veinte pesos la hora, es un cambio fuerte.”
Comunicación o difusión
Otro tema que transitó el “arrepentido mediático” y profesor universitario fue el de las definiciones que podrían caberle a los medios. Y presentó una dicotomía: “Yo descreo bastante de la palabra comunicación cuando se habla de los medios. Es un debate que está bastante repartido. Yo, generalmente, lo planteo en el primer día al iniciar un curso: pregunto si los medios son de comunicación o de difusión. En consecuencia, al hacer ese planteo estoy empezando a descreer de la palabra comunicación, que implica por en común, discutir en comunidad.”
“Me parece que los medios generan una agenda a partir de lo que un autor como Bell define como opinión pública. Que no es la opinión del público, sino la construcción que opera a partir de las elites económicas, sociales y políticas; que pasa por las redes de comunicación, que son tomadas por los líderes de opinión, que son voceros de esas élites, y que finalmente se instalan en un público más o menos capacitados para decodificar esos mensajes de los medios, y luego andan diciendo ´lo dijo el diario, lo dijo la radio, lo dijo la televisión´”, opinó.
Para entender qué entendemos por comunicación, sostuvo, “primero hay que definir qué entendemos por medios. De todas las definiciones de medios, yo tomo una, de José Luis Fernández, que escribió un libro que se llama Los lenguajes de la radio. Fernández define a los medios, como ´el o los dispositivos técnicos, que con sus prácticas sociales relacionadas, permiten la relación discursiva más allá del contacto cara a cara´. ¿Por qué uso esta definición? Para hacernos cargo de los medios que consumimos, porque la tendencia es a decir que los medios instalan la agenda, y nosotros somos víctimas. Vamos a ver entonces si algo hacemos para que no entre tan directamente ese medicamento que nos dan para adormecernos”, desafió.
Internet: ¿un bien social?
Suele presentarse a internet como el invento que democratizó la información, y que ahora cualquiera puede convertirse en periodista en tanto cuenta lo que “esta ocurriendo” en algún lado. Pero la pregunta principal parece ser otra: ¿quiénes acceden a esa libertad ilimitada que sería internet? Santachita opinó que “la gran democracia que produce Internet es siempre a favor de los sectores favorecidos. Porque en realidad, en aquellos sectores donde las brechas digitales y sociales son muy fuertes, ni siquiera hay acceso a esto. Entonces, me parece que Internet es un buen paso para que haya otras voces. Pero todavía no la pondría en la categoría de medio masivo. Internet requiere de cierta alfabetización previa, para una franja de mayores de 50 años no es un consumo sencillo”, diagnosticó. Una autodefinición
A pesar de ser un “ex” de los medios, Santachita prefiere definirse de otra manera. Dijo que no volvería más a trabajar de donde, siente, pudo escapar, así que prefiere presentarse “como un arrepentido. Arrepentido de haber laburado y no haber entendido. Porque en realidad, yo no desprecié los oropeles, no me di cuenta que estaban. Sino, hubiese ido en pos de ese oro, diría con ironía”.
Y agregó que en su “camino profesional, en mi educación en los medios, está la esperanza de modificar algunas cosas, entender la información como un bien social, y en consecuencia avanzar por ese camino. Y el otro es tratar de beneficiarse en lo personal. Habría una tercera posición (como tantas veces se utilizó ese término), que es tratar de vivir bien, haciendo lo que nos parece lo más digno dentro del medio”, subrayó.
Hizo sus primeras experiencias en medios en San Pedro, en la radio local, y llegó a Buenos Aires a principios de los ´80, donde comenzó a trabajar en Radio Continental y logró cierto renombre. Pero la misma dinámica de funcionamiento lo llevó a reflexionar sobre lo que estaba haciendo. “Yo me fui de los medios en la década del ’90 -recordó-, en la década de la globalización, porque empecé a sentir que era un reproductor de ciertos sentidos sociales, en beneficio de ciertas elites económicas.”
Eso, siente, lo llevó a transformarse “en un vocero a favor de las privatizaciones, por pereza, por no indagar, o por ignorante, y llegó un momento que me hizo un click. Yo hablaba todo el tiempo de que había que privatizar los ferrocarriles, porque no funcionaban, sin darme cuenta que en realidad estaba suscribiendo todo un discurso que apuntaba a que se privaticen. ¡Pedazo de tarado! (por no decir otra palabra)”, señaló con cierta resignación.
“Me arrepiento, entonces, de no haberme dado cuenta”, repitió, “de haber trabajado dentro de un sistema, donde llegué tarde a darme cuenta de lo que pasaba. La ironía pasa por el hecho de que al no haber comprendido, no me favorecí de las mercancías que giran en torno a esa producción de sentido en los medios de difusión. Por la ignorancia atávica que tenemos los periodistas en muchas cosas, al no saber eso, terminamos pidiendo que privaticen los ferrocarriles, por ejemplo, porque cada vez funcionaban peor. En consecuencia, la guita se la llevaron otros, y yo fui un idiota útil.”
Plantar posición
Santachita sostuvo, sin mencionarlo explícitamente, una posición ética respecto al hacer periodístico y sus consecuencias. Afirmó: “Ir por la vida con esa carga es insoportable. Haber estado en medio de una fuente y un receptor, siendo funcional a los intereses de la fuente. Y así se privatizó todo. Se creó todo un escenario, para que desde la gente se reclamara eso.”
¿Por qué sucede esto? ¿Cuáles son los motivos de tamaña carga? “El periodismo suele reproducir fuentes interesadas: si a mí me llama alguien, para generar un rumor, y me dice que tiene una primicia, y la primicia es una mercancía, y estoy en una radio cuyo slogan es ´informa primero´ (el slogan del servicio informativo de radio Mitre), entonces me van a llamar a mí.”
También al respecto, sostuvo que no cree “en la neutralidad de las fuentes. Y me di cuenta que, tarde o temprano, me iba a convertir en un vocero de ese poder. Obviamente, si no hay fuentes no hay noticias. El tema es cómo nos preparamos nosotros, para mediar entre esas fuentes y los destinatarios de las noticias. Las fuentes, generalmente intentan persuadir. Y hay condicionamientos que no sólo pasan por las sugerencias permanentes, o regalos para el día del periodista, sino también por un hermoso sobre así de gordo”, dijo mientras parecía recordar ejemplos de sobres hermosos.
Otros rumbos
¿Qué sucedió luego de ese “abandono” de los medios? Sentía que tenía cosas para decir, y decidió decirlas en el ámbito académico. “Empecé a tomar el camino universitario, y estoy en ese lugar ahora. La universidad me da la posibilidad de abrir un signo de interrogación frente al que está del otro lado. Tal vez no me suceda esto en un ambiente de pares, pero nos sucede mucho cuando estamos frente a gente más joven.”
“Llegan a nosotros egresados de la escuela secundaria que toman a los medios como la verdad revelada -continuó-. Entonces, trato que cuando pasan por mí, de 25 que son, cuatro o cinco entiendan al ver televisión lo que es la construcción del acontecimiento. Para mí con eso ya está. Para una causa futura, ya hay cuatro o cinco personas más que piensan. Es una militancia a favor del pensamiento.”
Su esperanza es que esos pocos -según su visión- que pueden reflexionar sobre un saber que se hace haciendo puedan lograr algo que transforme eso que a él lo dejó de lado y lo obligó a dejar los medios. “Para mí, esto de cambiar los medios desde adentro es una utopía, una esperanza. Una utopía a alcanzar de a pasos, acercándose. Eso es una utopía. Yo no abandonaría el optimismo; me podrían poner en el lugar de apocalíptico, pero yo reniego. Si me tienen que poner entre apocalípticos e integrados, soy apocalíptico. Pero si me dan la posibilidad de construir otra imagen, diría que soy un optimista. Porque si estoy laburando en esto, es porque creo que las generaciones que vienen van a tomar una posta a la que hay que ayudar. Yo la voy a ver, o no; no me importa. Como no me importó la guita, en el momento de pasar de ganar tres mil dólares por mes, a veinte pesos la hora, es un cambio fuerte.”
Comunicación o difusión
Otro tema que transitó el “arrepentido mediático” y profesor universitario fue el de las definiciones que podrían caberle a los medios. Y presentó una dicotomía: “Yo descreo bastante de la palabra comunicación cuando se habla de los medios. Es un debate que está bastante repartido. Yo, generalmente, lo planteo en el primer día al iniciar un curso: pregunto si los medios son de comunicación o de difusión. En consecuencia, al hacer ese planteo estoy empezando a descreer de la palabra comunicación, que implica por en común, discutir en comunidad.”
“Me parece que los medios generan una agenda a partir de lo que un autor como Bell define como opinión pública. Que no es la opinión del público, sino la construcción que opera a partir de las elites económicas, sociales y políticas; que pasa por las redes de comunicación, que son tomadas por los líderes de opinión, que son voceros de esas élites, y que finalmente se instalan en un público más o menos capacitados para decodificar esos mensajes de los medios, y luego andan diciendo ´lo dijo el diario, lo dijo la radio, lo dijo la televisión´”, opinó.
Para entender qué entendemos por comunicación, sostuvo, “primero hay que definir qué entendemos por medios. De todas las definiciones de medios, yo tomo una, de José Luis Fernández, que escribió un libro que se llama Los lenguajes de la radio. Fernández define a los medios, como ´el o los dispositivos técnicos, que con sus prácticas sociales relacionadas, permiten la relación discursiva más allá del contacto cara a cara´. ¿Por qué uso esta definición? Para hacernos cargo de los medios que consumimos, porque la tendencia es a decir que los medios instalan la agenda, y nosotros somos víctimas. Vamos a ver entonces si algo hacemos para que no entre tan directamente ese medicamento que nos dan para adormecernos”, desafió.
Internet: ¿un bien social?
Y puso un ejemplo de la fragilidad que -según él- es característica todavía de este medio: “Con la radio en Internet, cuando se cae el servidor no te escucha más nadie. Se dice que se puede llegar a todas partes del mundo. Sí, a dos en Francia, dos en Inglaterra, cuatro en Chacarita, y cuando hay 50 tipos se cae el sistema. No quiero negar la tecnología, lo que pasa es que todavía no está desarrollada. Algún día será maravillosa, pero para mí, hoy en día no cumple ninguna función. Pero Internet sí puede ser una herramienta para que aparezcan otras voces”, finalizó.
Historia de la radiofonía en Argentina
Haciéndonos eco de la fama que nos supimos ganar en el resto del mundo de fanfarrones (o alimentándola, vaya uno a saber), solemos decir que somos los precursores en la actividad radial; por lo menos, en la transmisión de un evento a todo radioaficionado que tuviera como captar la señal.
Lo cierto es que el 27 de agosto de 1920 los doctores Enrique Telémaco Susini, Luis Romero Carranza, César José Guerrico y Miguel Mujica, cuatro jóvenes porteños, cultos, amantes de la ópera realizaron, desde la terraza del Teatro Coliseo con un equipo transmisor de cinco vatios de potencia, la presentación -no casualmente- de la ópera Parsifal, de Wagner. Inauguraban así una nueva forma de comunicación.
Cuatro médicos, estudiosos de los efectos eléctricos en medicina -según el propio Susini-, pero también radioaficinados lo bastante bien informados como para estar a la vanguardia en el asunto . Amantes de la música y el teatro, estos “Locos de la azotea” (como se los denominó por aquellos años) transformaron una actividad de aficionados en uno de los medios de comunicación más poderosos, influyentes y atractivos de todos los tiempos. Las primeras transmisiones, punto a punto. La radiofonía se inauguró internacionalmente en 1906 cuando desde Massachusetts, Reginald Aubrey Fessenden leyó un relato del nacimiento de Cristo que unos operadores de telegrafía sin hilo captaron desde la costa de Nueva Inglaterra, en EEUU. Un año después, en 1907, Lee de Forest construyó y patentó un tubo para transmitir la voz humana, el Audión. Los antecedentes a estos primeros intentos de radio datan de unos diez años antes cuando Guglielmo Marconi, un joven italiano, inventa la telegrafía sin hilos y logra así transmitir señales de radio a través del Océano Atlántico.
Pioneros de las telecomunicaciones, apasionados de la electrónica, los primeros trabajadores del aire dan forma a lo que hoy conocemos como radio a partir de la imaginación de David Sarnoff, quien entre cables y electrodos visualiza una forma económicamente rentable donde la radiodifusión podía utilizarse como medio de comunicación masiva. Argentina, la radio naciente. Con la transmisión de Parsifal, LOR Radio Argentina comenzaba sus emisiones, que fueron las únicas que se pudieron captar en el dial de la Capital Federal hasta finales de 1922 cuando en el mes de diciembre inauguran sus transmisiones LOX Radio Cultura -en la que se incorporan por primera vez los avisos publicitarios-, LOZ Radio Sud América -subvencionada por un grupo de comerciantes dedicados a la actividad radioeléctrica- y TCR Radio Brusa. Para la misma época, un periódico económico de los EEUU opinaba que “emitir por radio un anuncio publicitario ofendería a gran parte de la población”. En 1923 se funda TFF Grand Splendid Theatre, que difunde sus ondas desde el teatro-cine homónimo. Una convergencia avant la letre, se diría.
En ese mismo 1923, el día 14 septiembre, se produce la primera gran transmisión deportiva: el Combate del Siglo. Parecían voces llovidas del cielo aquellas que relataron la pelea entre el bonaerense Luis Ángel “el toro salvaje de las Pampas” Firpo y Jack “el matador de Manassa” Dempsey, rol que la radio desarrollaría y explotaría extensamente desde entonces y hasta la actualidad. En realidad, la transmisión de la pelea era la lectura de los cables que iban llegando al “estudio”, provenientes -estos sí- del borde del cuadrilátero. Ya no quedaron dudas de que la radio era capaz de acercar, en apenas horas, aquello que hasta ese momento tardaba días y hasta meses en conocerse.
La Asosiación Argentina de Broadcasting se costituye en 1924, ese año se funda LOY Radio Nacional, denominada luego Radio Belgrano, y el diario La Nación inaugura una sección permanente de carácter técnico y noticioso sobre radiotelefonía y radiofonía. La radio a galena es desplazada por la radio con parlante, externo, que en poco tiempo se adosó al aparato y convivió con las válvulas en las radios capillas.
En 1925 se crea una radio con una característica particular: comienza sus transmisiones LOZ Broadcasting La Nación, hoy Radio Mitre, la primera emisora que pertenece a un medio gráfico cuyos titulares se leían cada mañana al comenzar la transmisión, dando origen así a una intrínseca relación entre la radio y los medios gráficos.
En los primeros años de la radiofonía argentina las emisoras eran privadas en su totalidad; el Estado, que aún así regulaba el funcionamiento de las mismas, funda la primer emisora de su propiedad en 1927. Difundiendo óperas desde el Teatro Colón nace el 23 de Mayo Radio Broadcasting Municipal.
Mejorando la señal (y no había internet)
Las transmisiones empezaron a captarse hasta en los pueblos más alejados desde principios de los años ’30 mediante las proezas tecnológicas de las cadenas de Radio Splendid, Radio Belgrano y la Red Azul y Blanca de Radio El Mundo.
Para 1935 construyeron a imagen y semejanza de la BBC de Londres a Radio El Mundo, y ya la radio tenía una gran influencia sobre la vida cotidiana. Como medio de comunicación esencialmente dedicado al entretenimiento, ofrecía los géneros más variados, pero un género se llevaba los laureles: el radioteatro. Desde el primer gran éxito, Chispazos de Tradición -la historia del español González Pulido que se emitía por Radio Nacional todas las tardes y por espacio de 50 minutos, contando las alegrías y los pesares de una familia del campo- hasta Los Pérez García -la saga de una familia de clase media que en tono de comedia de costumbres funcionó como espejo de muchas familias tipo del país -, se convirtió en un género aún hoy inolvidable.
Cuadro de las transformaciones.
Desde sus primeras denominaciones hasta cómo las conocemos en la actualidad, los nombres de las radios fueron modificándose a veces por criterios comerciales, otras de propiedad y también por conveniencias legales. A continuación, algunos ejemplos de estos cambios :
Un caso particular es El Mundo, que mantiene su nombre desde su fundación en 1935: LR1 Radio El Mundo. Algunas de las otras, y con larga tradición y gran cantidad de oyentes día a día, debieron pasar por muchos nombres antes de llegar a nuestros oídos como lo hacen ahora.
OPINIÓN
Desafíos
Hay algo en la definición formal que debería dar la pauta de, si no la forma, por lo menos el contenido de esta maestría: es un postgrado. Sin profundizar demasiado en este detalle banal, nimio y aparentemente superficial, aquí radica la mayor crítica que quien escribe repite una y otra vez. Porque en la banalidad de reclamar que un postgrado sea un postgrado se ve la mayor dificultad que esta modalidad académica (no olvidemos jamás esto: estamos en la Academia), ya que a todas luces lo que tiene de postgrado es simplemente que se hace después, y no que se requieren los conocimientos del grado para poder analizar y profundizar conocimientos, discutir teorías y, tal vez, realizar producciones inteligentes, analíticas y creativas. Quien vea un desafío intelectual, reflexivo o de pensamiento que lo ponga sobre el tapete. No parece haber en demasía.
Se me podrá decir que es una etapa de nivelación (¿un año de nivelación en dos años de cursada?), pero éste me parece un argumento falaz. Porque yo podría contestar: si me inscribo en un postgrado de Derecho, ¿puedo reclamar que me dicten Derecho Romano I porque provengo de otro campo disciplinar? Si hiciera un postgrado en Medicina (si es que algo así existe), ¿pondrían en la currícula Anatomía? La diversidad de enfoques que puede proveer la concurrencia de distintos ámbitos y conocimientos académicos sin dudas enriquece el análisis, pero también se pone en juego el interés de aquellos que, proviniendo de otros campos, demuestran en las temáticas del campo del periodismo. Que no es homogéneo, ni claramente delimitado, ni definitivamente clausurado, sino que tiene fronteras lábiles, contingentes, modificables -sobre todo en esta modernidad tecnológica.
Así, llegamos a las “clases” y el tiempo transcurre en un anecdotario que enriquecería una charla de café, pero no parece acorde a la pompa del ámbito donde se desarrolla. ¿Cuántas materias tienen programa? Todas. Bien. ¿Y bibliografía? Ahí la lista se acorta dramáticamente. ¿Y cuál es la pertinencia de esa bibliografía? Esas son las preguntas de superficie. Pero hay otras que recorren la cursada de modo más subterráneo, sosteniendo una cursada vacía: ¿de qué vamos a hablar? ¿qué es lo que venimos a aprender? La teoría sobre el periodismo es escasa y, en la inmensa mayoría de los casos, una sistematización de prácticas de hecho, de rutinas más o menos cristalizadas, funcionando como explicación teórica de lo que efectivamente sucede. Tiene gusto a poco. Ahora, si pensamos en que estamos en un postgrado (no me voy a cansar de repetirlo) en el ámbito de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires (tampoco me voy a cansar de repetirlo), ¿no resultaría cuanto menos interesante reflexionar acerca de la práctica periodística como una práctica más inserta en un sistema de prácticas? ¿tratar de pensar acerca de la especificidad de la práctica periodística en relación a las demás? ¿tratar de reconstruir un sistema de funcionamiento de algún tipo en donde el periodismo está actuando?
Por último, pero no por eso menos importante, es la comparación exigencia hacia el maestrando-oferta de la maestría. Nosotros tuvimos que, primero, terminar una carrera de grado, con todas las exigencias que eso supone. Luego, la inscripción requería trabajo original, dos cartas de recomendación pertinentes, una justificación personal de nuestros merecimientos sobre un cupo en el curso y el currículo vitae. Y el resultado de tamaña exigencia es absolutamente desproporcionado: para recurrir a ejemplos emblemáticos, escribir un artículo de 100 líneas sobre una película, o un artículo sobre nuestra cuadra u organizar un suplemento cultural en base a un color es una ofensa. Porque -obviando que para Ulanovsky Sacks los Estudios Culturales se iniciaron en Estados Unidos- los contenidos de la mayoría de las materias se sobreentienden con saber leer y escribir. Porque estamos descubriendo el agua tibia cuando nos dicen que los medios gráficos de gran tirada se sostienen con publicidad.
Para redondear con una definición polémica, planteo la siguiente diferencia entre la Maestría en Periodismo de los Postgrados de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA y el taller de periodismo de un centro cultural de Barracas: en la Maestría, todos los alumnos tienen título de grado
Hay algo en la definición formal que debería dar la pauta de, si no la forma, por lo menos el contenido de esta maestría: es un postgrado. Sin profundizar demasiado en este detalle banal, nimio y aparentemente superficial, aquí radica la mayor crítica que quien escribe repite una y otra vez. Porque en la banalidad de reclamar que un postgrado sea un postgrado se ve la mayor dificultad que esta modalidad académica (no olvidemos jamás esto: estamos en la Academia), ya que a todas luces lo que tiene de postgrado es simplemente que se hace después, y no que se requieren los conocimientos del grado para poder analizar y profundizar conocimientos, discutir teorías y, tal vez, realizar producciones inteligentes, analíticas y creativas. Quien vea un desafío intelectual, reflexivo o de pensamiento que lo ponga sobre el tapete. No parece haber en demasía.
Se me podrá decir que es una etapa de nivelación (¿un año de nivelación en dos años de cursada?), pero éste me parece un argumento falaz. Porque yo podría contestar: si me inscribo en un postgrado de Derecho, ¿puedo reclamar que me dicten Derecho Romano I porque provengo de otro campo disciplinar? Si hiciera un postgrado en Medicina (si es que algo así existe), ¿pondrían en la currícula Anatomía? La diversidad de enfoques que puede proveer la concurrencia de distintos ámbitos y conocimientos académicos sin dudas enriquece el análisis, pero también se pone en juego el interés de aquellos que, proviniendo de otros campos, demuestran en las temáticas del campo del periodismo. Que no es homogéneo, ni claramente delimitado, ni definitivamente clausurado, sino que tiene fronteras lábiles, contingentes, modificables -sobre todo en esta modernidad tecnológica.
Así, llegamos a las “clases” y el tiempo transcurre en un anecdotario que enriquecería una charla de café, pero no parece acorde a la pompa del ámbito donde se desarrolla. ¿Cuántas materias tienen programa? Todas. Bien. ¿Y bibliografía? Ahí la lista se acorta dramáticamente. ¿Y cuál es la pertinencia de esa bibliografía? Esas son las preguntas de superficie. Pero hay otras que recorren la cursada de modo más subterráneo, sosteniendo una cursada vacía: ¿de qué vamos a hablar? ¿qué es lo que venimos a aprender? La teoría sobre el periodismo es escasa y, en la inmensa mayoría de los casos, una sistematización de prácticas de hecho, de rutinas más o menos cristalizadas, funcionando como explicación teórica de lo que efectivamente sucede. Tiene gusto a poco. Ahora, si pensamos en que estamos en un postgrado (no me voy a cansar de repetirlo) en el ámbito de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires (tampoco me voy a cansar de repetirlo), ¿no resultaría cuanto menos interesante reflexionar acerca de la práctica periodística como una práctica más inserta en un sistema de prácticas? ¿tratar de pensar acerca de la especificidad de la práctica periodística en relación a las demás? ¿tratar de reconstruir un sistema de funcionamiento de algún tipo en donde el periodismo está actuando?
Por último, pero no por eso menos importante, es la comparación exigencia hacia el maestrando-oferta de la maestría. Nosotros tuvimos que, primero, terminar una carrera de grado, con todas las exigencias que eso supone. Luego, la inscripción requería trabajo original, dos cartas de recomendación pertinentes, una justificación personal de nuestros merecimientos sobre un cupo en el curso y el currículo vitae. Y el resultado de tamaña exigencia es absolutamente desproporcionado: para recurrir a ejemplos emblemáticos, escribir un artículo de 100 líneas sobre una película, o un artículo sobre nuestra cuadra u organizar un suplemento cultural en base a un color es una ofensa. Porque -obviando que para Ulanovsky Sacks los Estudios Culturales se iniciaron en Estados Unidos- los contenidos de la mayoría de las materias se sobreentienden con saber leer y escribir. Porque estamos descubriendo el agua tibia cuando nos dicen que los medios gráficos de gran tirada se sostienen con publicidad.
Para redondear con una definición polémica, planteo la siguiente diferencia entre la Maestría en Periodismo de los Postgrados de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA y el taller de periodismo de un centro cultural de Barracas: en la Maestría, todos los alumnos tienen título de grado
20071116
Daniel Dos Santos
A mitad de camino entre la inmediatez de las agencias de noticias y los diarios se encuentra la estable atemporalidad de las revistas, al menos en lo que hace al periodismo gráfico. Respetando la agenda mediática o no, estas publicaciones suponen un abordaje diferenciado de los temas a tratar, lo que, por un lado, las diferencia del resto de los medios, pero por otro, mantiene una lógica reproductiva respecto al tratamiento periodístico de estas cuestiones.
Sobre éste y otros asuntos –tales como la publicidad, el periodismo y el desarrollo de Viva en los últimos años - se refirió el editor de la revista Viva, Daniel Dos Santos, durante la tercera jornada del Seminario de Experiencias Productivas-Profesionales, en la Universidad de Buenos Aires.
Sobre éste y otros asuntos –tales como la publicidad, el periodismo y el desarrollo de Viva en los últimos años - se refirió el editor de la revista Viva, Daniel Dos Santos, durante la tercera jornada del Seminario de Experiencias Productivas-Profesionales, en la Universidad de Buenos Aires.
Como se mueve la sociedad
“La lógica de los periodistas gráficos es que nos gusta más escribir que hablar”. A partir de esta verdad casi básica para los profesionales ligados a los medios de comunicación, el editor de la Revista Viva, Daniel Dos Santos, participó de la tercera reunión realizada por el Seminario de Experiencias Productivas-Profesionales, en el marco de la Especialización y Gestión de la Actividad Periodística de la Universidad de Buenos Aires.
“Yo enseguida me puse a escribir”, comentó Dos Santos, al recordar la invitación a reflexionar junto a los alumnos del posgrado sobre el mercado argentino de revistas. “¿Qué es una revista?”, se preguntó el periodista. “En la práctica diaria, es una ecuación económica: tiene tantas páginas de publicidad, y ésas van a ser las que sustentan las páginas de texto”, apuntó. “Es un poco antipático pero es así. En general oscila en el 50-50. La publicidad está condicionando el número de páginas de la revista”, agregó.
Para el editor, el principal motivo reside en que “las páginas de publicidad aseguran a las empresas la ganancia, nada más ni nada menos, porque con el precio de tapa apenas se cubren los costos, ya que en la distribución se queda mucho de ese dinero”.
“Las páginas de publicidad aseguran la ganancia de la empresa. ¿Y las de texto que aseguran? Yo creo que son un intento por atraer al lector, muchas veces no correspondido. Y en realidad me parece que es el desafío de las revistas y del periodismo, a una fidelidad que tendría que tener con la revista”, se preguntó Dos Santos.
“He visto muchísimas notas que no salen, nunca una publicidad que no saliera. Primero se pauta la publicidad, y no estoy hablando mal de eso, pero es así… Después podemos hablar de juicios de valor, pero eso es una realidad. Quedan afuera las notas, pero la publicidad entra. Si tenés que cortar la nota porque entró otra publicidad también lo vas a hacer”, aclaró el editor de Viva.
Espacio en disputa
Aun si se considera la relevancia de los ingresos en concepto de Publicidad en cuanto al financiamiento y desarrollo del proyecto, la prioridad entre los avisos publicitarios y el material editorial es un punto de peso en la definición de los espacios de diagramación. “En general, hay temas que son una muletilla, que se repiten todos los años: vinos, decoración. La publicidad se suma. No hay un contrato entre publicidad y redacción, porque no quedan publicidades afuera. Te llaman y te piden ‘necesito que la tapa sea así’, o tenés una tapa muy bonita y te ponen una solapa con una publicidad. Económicamente conviene”, sostuvo Daniel Dos Santos. “Pero no hay publinotas. Te peleás con Publicidad, pero siempre perdés, obviamente”, sentenció.
Sobre este tema, el periodista sentó una posición que, de alguna manera, aparece como políticamente incorrecta en comparación a la de la mayoría de sus colegas. “No hay que ser tan purista en ese asunto”, apuntó Dos Santos. “Escribís sobre vinos y tenés que nombrar alguna bodega, escribís sobre autos y ponés la marca del auto. No hay forma. Además es así como se mueve la sociedad: no hay forma de escapar”, aseveró.
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“Yo enseguida me puse a escribir”, comentó Dos Santos, al recordar la invitación a reflexionar junto a los alumnos del posgrado sobre el mercado argentino de revistas. “¿Qué es una revista?”, se preguntó el periodista. “En la práctica diaria, es una ecuación económica: tiene tantas páginas de publicidad, y ésas van a ser las que sustentan las páginas de texto”, apuntó. “Es un poco antipático pero es así. En general oscila en el 50-50. La publicidad está condicionando el número de páginas de la revista”, agregó.
Para el editor, el principal motivo reside en que “las páginas de publicidad aseguran a las empresas la ganancia, nada más ni nada menos, porque con el precio de tapa apenas se cubren los costos, ya que en la distribución se queda mucho de ese dinero”.
“Las páginas de publicidad aseguran la ganancia de la empresa. ¿Y las de texto que aseguran? Yo creo que son un intento por atraer al lector, muchas veces no correspondido. Y en realidad me parece que es el desafío de las revistas y del periodismo, a una fidelidad que tendría que tener con la revista”, se preguntó Dos Santos.
“He visto muchísimas notas que no salen, nunca una publicidad que no saliera. Primero se pauta la publicidad, y no estoy hablando mal de eso, pero es así… Después podemos hablar de juicios de valor, pero eso es una realidad. Quedan afuera las notas, pero la publicidad entra. Si tenés que cortar la nota porque entró otra publicidad también lo vas a hacer”, aclaró el editor de Viva.
Espacio en disputa
Aun si se considera la relevancia de los ingresos en concepto de Publicidad en cuanto al financiamiento y desarrollo del proyecto, la prioridad entre los avisos publicitarios y el material editorial es un punto de peso en la definición de los espacios de diagramación. “En general, hay temas que son una muletilla, que se repiten todos los años: vinos, decoración. La publicidad se suma. No hay un contrato entre publicidad y redacción, porque no quedan publicidades afuera. Te llaman y te piden ‘necesito que la tapa sea así’, o tenés una tapa muy bonita y te ponen una solapa con una publicidad. Económicamente conviene”, sostuvo Daniel Dos Santos. “Pero no hay publinotas. Te peleás con Publicidad, pero siempre perdés, obviamente”, sentenció.
Sobre este tema, el periodista sentó una posición que, de alguna manera, aparece como políticamente incorrecta en comparación a la de la mayoría de sus colegas. “No hay que ser tan purista en ese asunto”, apuntó Dos Santos. “Escribís sobre vinos y tenés que nombrar alguna bodega, escribís sobre autos y ponés la marca del auto. No hay forma. Además es así como se mueve la sociedad: no hay forma de escapar”, aseveró.
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Una materia casi inasible
Luego de la crisis de 2001, la oferta de diarios y revistas en Argentina creció hacia otros niveles, en los que se destaca una mayor variedad y especialización en las temáticas abordadas por los nuevos medios. En ese contexto, el reposicionamiento en el mercado de las revistas tradicionales de información general se basó en la inclusión de fascículos coleccionables y todo aquello que funcionara como un valor agregado a la periódica publicación de un producto que se había convertido en algo tradicional par el público. ¿Pero cómo lograr que estas revistas mantengan un sello distintivo?
“Para mí hay dos tipos de revistas: las que están bien hechas y las que están mal hechas”, puntualizó el editor de Revista Viva. “Esto suena muy maniqueísta, y no lo es tanto, porque las que están bien hechas a veces tienen artículos que son un desastre y se convierten en mal hechas, y las mal hechas, que es la media del mercado, algunas veces tienen cosas muy buenas, aunque sea para molestar a la clasificación pero tienen cosas muy buenas”, explicó.
Pero, ¿Qué es una revista buena o mala? “El periodismo es una materia casi inasible, donde entra mucho lo subjetivo, lo personal: uno juzga las revistas, los artículos, como funciona en la vida, con su ideología, con su pertenencia a un grupo o cultura determinados. Pero también con cosas más íntimas: juzga por cómo miente uno, por qué sentimientos lo animan… entonces, es difícil juzgar una revista más allá de la subjetividad que uno pone. El periodismo no es ni siquiera una ciencia, para mi es un oficio. Si fuera una ciencia, su validación sería muy distinta a la de las matemáticas, por ejemplo. Entra mucho de lo subjetivo”, opinó Dos Santos.
“Obviamente, no se puede hacer una revista a la medida del lector, es imposible. Pero sí se puede hace una revista que el lector piense que la hicieron a la medida de él. Cuando se logra esto en el mayor número de casos, sé que la revista está bien hecha”, resumió.
No particularizar
“En América Latina no nos fijamos mucho que hacen otras revistas, y está mal. Pero, en general, nos fijamos mucho en revistas españolas, en cuanto a mirar por dónde van, porque a veces uno no sabe dónde está situado”, comentó el periodista. “Vos le pedís algo original a un redactor, pero no hay mucha originalidad en general. Ves Paris Match y parece que ya está todo inventado. Obviamente, la forma de contar es la posibilidad de hacer que un tema que ya se vio sea diferente”, argumentó.
En el caso de Viva, la elección de los temas tiene que ver con sucesivas reuniones con otras secciones del periódico (ver Revista Viva, ¿una suma de milagros?) y con un abordaje que permita que el público en general comprenda lo que lee. “Como Viva es una revista de domingo, la agarra toda la familia, y tiene que tener un poco de todo. Te da libertad para tratar cualquier tema, pero te limita en cuanto a la profundidad”, afirmó Daniel Dos Santos.
De todas maneras, para el periodista, “no todo es información blanda”. “En el último número hay una nota sobre una visita a la ESMA con un sobreviviente, muchas notas de tapa no son información blanda: la del tercer sexo, por ejemplo… Cuando te sentás a escribir sabés donde está tu escritorio, la dirección de la empresa, la línea editorial. Tratás de hacer un análisis para todos, no particularizar demasiado”, justificó.
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“Para mí hay dos tipos de revistas: las que están bien hechas y las que están mal hechas”, puntualizó el editor de Revista Viva. “Esto suena muy maniqueísta, y no lo es tanto, porque las que están bien hechas a veces tienen artículos que son un desastre y se convierten en mal hechas, y las mal hechas, que es la media del mercado, algunas veces tienen cosas muy buenas, aunque sea para molestar a la clasificación pero tienen cosas muy buenas”, explicó.
Pero, ¿Qué es una revista buena o mala? “El periodismo es una materia casi inasible, donde entra mucho lo subjetivo, lo personal: uno juzga las revistas, los artículos, como funciona en la vida, con su ideología, con su pertenencia a un grupo o cultura determinados. Pero también con cosas más íntimas: juzga por cómo miente uno, por qué sentimientos lo animan… entonces, es difícil juzgar una revista más allá de la subjetividad que uno pone. El periodismo no es ni siquiera una ciencia, para mi es un oficio. Si fuera una ciencia, su validación sería muy distinta a la de las matemáticas, por ejemplo. Entra mucho de lo subjetivo”, opinó Dos Santos.
“Obviamente, no se puede hacer una revista a la medida del lector, es imposible. Pero sí se puede hace una revista que el lector piense que la hicieron a la medida de él. Cuando se logra esto en el mayor número de casos, sé que la revista está bien hecha”, resumió.
No particularizar
“En América Latina no nos fijamos mucho que hacen otras revistas, y está mal. Pero, en general, nos fijamos mucho en revistas españolas, en cuanto a mirar por dónde van, porque a veces uno no sabe dónde está situado”, comentó el periodista. “Vos le pedís algo original a un redactor, pero no hay mucha originalidad en general. Ves Paris Match y parece que ya está todo inventado. Obviamente, la forma de contar es la posibilidad de hacer que un tema que ya se vio sea diferente”, argumentó.
En el caso de Viva, la elección de los temas tiene que ver con sucesivas reuniones con otras secciones del periódico (ver Revista Viva, ¿una suma de milagros?) y con un abordaje que permita que el público en general comprenda lo que lee. “Como Viva es una revista de domingo, la agarra toda la familia, y tiene que tener un poco de todo. Te da libertad para tratar cualquier tema, pero te limita en cuanto a la profundidad”, afirmó Daniel Dos Santos.
De todas maneras, para el periodista, “no todo es información blanda”. “En el último número hay una nota sobre una visita a la ESMA con un sobreviviente, muchas notas de tapa no son información blanda: la del tercer sexo, por ejemplo… Cuando te sentás a escribir sabés donde está tu escritorio, la dirección de la empresa, la línea editorial. Tratás de hacer un análisis para todos, no particularizar demasiado”, justificó.
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Revista Viva, ¿una suma de milagros?
Desde sus comienzos, y luego a partir de periódicos cambios en el diseño y el equipo editorial (columnistas y colaboradores ocasionales), la revista Viva se convirtió en unos de los clásicos dominicales a nivel nacional, explicando su crecimiento en la constante orientación a un público variado en particularidades e intereses como es el núcleo familiar medio argentino.
“Hay muchas cosas que tenemos que pensar sobre el periodismo en relación a una revista que acompaña un diario nacional, pero que vende más del 90 por ciento de su tirada en Capital y el Gran Buenos Aires”, adelantó el editor de Viva, Daniel Dos Santos, antes de referirse a la revista. “Tenés que pensar en un lector especial, y eso ya marca no sólo geográficamente quién te va a leer, sino también un nivel cultural y económico determinado”. Ese es, a priori, uno de los principales problemas de la revista, en cuanto a los contenidos. De acuerdo con Dos Santos, el rango de lectores de Viva abarca desde el ABC1 al D2. “Desde el tipo que es culto y tiene plata hasta un desocupado o un obrero con un nivel de instrucción mucho más bajo”, graficó.
De todas maneras, estas limitaciones no sólo están ligadas a conceptos de cuantificación estadística, sino que se extienden –o realzan, más allá de la sorpresa- a procesos socioestructurales más complejos.
“En la crisis del 2001, el problema era el lenguaje: había gente en las encuestas que hacíamos sobre el diario que no entendía qué era lo que le preguntábamos. No entendía, no interpretaba los textos. Esto te lleva a pensar que cuando escribís tiene que estar lo mejor explicado posible pero tampoco tiene que aburrir al que tiene un bagaje cultural determinado. Por eso se hace bastante complicado hacer una revista para un diario como Clarín”, recordó el editor. Si bien la revista sale cada domingo junto al diario, la producción de cada número se realiza con 15 días de anticipación respecto a la fecha en que se distribuyen. “Esto obviamente es un problema industrial: para tirar los 900.000 ejemplares más o menos como tira Clarín los domingos, necesitás más tiempo de taller para hacer esta revista a todo color”, explicó Dos Santos, con lo que se refirió a la elección de los temas frente a la temporalidad de los cierres editoriales. “Eso te lleva a pensar temas que son atemporales o tratar temas temporales de una forma distinta de cómo se trata en el diario”, afirmó. “Yo recuerdo cosas terribles: salió un reportaje al piloto de Fórmula 1 (Ayrton) Senna, por ejemplo, y ya estaba muerto. Claro, vos sacás una explicación en el diario y listo, pero… No podés entrevistar a personas que tienen profesiones de riesgo”, ejemplificó. Luchas constantes Si se avala bajo la forma de un supuesto la tensión entre el espacio editorial y el espacio destinado a la publicidad, se abre la incógnita sobre cómo se gestan los artículos y bajo que condiciones, considerando las internas entre las diferentes secciones que componen un producto periodístico.
“En la revista todo parece racional cuando lo ves editado, pero los que trabajamos en los diarios sabemos que lo que sale es una suma de milagros; pero sale siempre, así que no parece tan milagroso”, reconoció el editor de Viva.
“La forma de producción periodística es: reunión de editores y redactores; las propuestas se hacen con anticipación por mail”, explicó, en alusión a la mecánica de trabajo aplicada en cada edición. “En la reunión de sumario se dan opiniones sobre los temas, y si gusta, se hace”. A ello se suma una reunión entre el equipo de Viva y todas las demás secciones del diario (N. del R.: para evitar que se trate el mismo tema en secciones distintas N. del R.).
De acuerdo con Dos Santos, la propuesta y el eventual desarrollo de las notas se realiza de una forma bastante personalizada, si se tiene en cuenta que el periodismo “es una profesión de muchos celos”. “Hasta algunas veces es molesto trabajar. Es difícil que en una redacción alguien te diga ‘qué buena nota”, comentó el periodista.
“Hay que conformar a mucha gente”, se quejó Dos Santos. “El editor general del diario también opina, con todo derecho, sobre los temas que le gustaría leer o por dónde hay que ir”, añadió. “Después de que el tema está encargado y alguien se pone a trabajar, siempre hay en las revistas mucho interés por la fotografía. Hay una lucha constante y está bien que sea así. Es muy lindo esto de que todos puedan hablar, decir lo que les parece, pero tiene que haber alguien que ponga un punto final y diga ‘esto se hace así, porque creo que’ y dé las razones”, estimó.
Sucesión de cambios
A pesar de la antigüedad de los medios, su constante cambio encuentra explicación en variados factores, como el recambio generacional de los profesionales, el aggiornamiento del lenguaje para captar nuevas franjas de lectores, la modernización del diseño y la implementación de diversas herramientas, todas tendientes a agilizar la lectura, por un lado, y relacionarla hacia otros soportes, por otro.
Pero esta lógica no sólo se deduce hacia los lectores, sino que también plantea un fuerte correlato hacia adentro de las redacciones, sea por los cambios propios en los equipos o por modificaciones en otros productos que influyen de forma más o menos directa en ellos. “A mí, los rediseños en general no me gustan. Creo que son un negocio para mucha gente. Yo no veo esta necesidad de diseñar un diario cada dos años, no la comparto”, cuestionó Dos Santos. Tensiones internas…
Otra de las decisiones del medio con las que el editor no se mostró de acuerdo es la publicación de la tapa de Viva en clarin.com. “Que salga sólo la nota de tapa en Internet no es una decisión de la revista; es más, me parece una mala decisión. Debería estar completa, como el resto del diario”, se quejó.
De alguna forma, estas situaciones no pueden mantenerse al margen de las idas y vueltas entre la dimensión editorial y la comercial-publicitaria del medio, o lo que se cree que el público espera. Por ejemplo, para Dos Santos, “los días especiales, como el Día de la Madre, son insoportables: vos no tenés ganas de hacer, pero algo tenés que hacer, porque si no se quejan los lectores. Entonces, cada vez que llega tenés que pensar algo diferente”.
¿Cómo funciona la búsqueda de eso “diferente” respecto a la inclusión de columnistas fijos? “Si fuera decisión mía, yo sacaría todas las columnas”, respondió, tajante, el periodista. “En general tienen un contrato, como por ejemplo (Paulo) Coelho, que tenía un contrato de 90 números. Por suerte ya están terminando, pero son decisiones editoriales que superan a la conducción más cercana de la revista”, explicó. “Coelho es un fenómeno porque vende millones de libros, pero el que tiene ganas de leer el libro que vaya a la librería y lo compre. Lo que pasa es que se trata de cubrir el espectro más amplio: por ahí a alguien le gusta Coelho y compra el diario por eso”, reflexionó, a modo de conclusión.
“Hay muchas cosas que tenemos que pensar sobre el periodismo en relación a una revista que acompaña un diario nacional, pero que vende más del 90 por ciento de su tirada en Capital y el Gran Buenos Aires”, adelantó el editor de Viva, Daniel Dos Santos, antes de referirse a la revista. “Tenés que pensar en un lector especial, y eso ya marca no sólo geográficamente quién te va a leer, sino también un nivel cultural y económico determinado”. Ese es, a priori, uno de los principales problemas de la revista, en cuanto a los contenidos. De acuerdo con Dos Santos, el rango de lectores de Viva abarca desde el ABC1 al D2. “Desde el tipo que es culto y tiene plata hasta un desocupado o un obrero con un nivel de instrucción mucho más bajo”, graficó.
De todas maneras, estas limitaciones no sólo están ligadas a conceptos de cuantificación estadística, sino que se extienden –o realzan, más allá de la sorpresa- a procesos socioestructurales más complejos.
“En la crisis del 2001, el problema era el lenguaje: había gente en las encuestas que hacíamos sobre el diario que no entendía qué era lo que le preguntábamos. No entendía, no interpretaba los textos. Esto te lleva a pensar que cuando escribís tiene que estar lo mejor explicado posible pero tampoco tiene que aburrir al que tiene un bagaje cultural determinado. Por eso se hace bastante complicado hacer una revista para un diario como Clarín”, recordó el editor. Si bien la revista sale cada domingo junto al diario, la producción de cada número se realiza con 15 días de anticipación respecto a la fecha en que se distribuyen. “Esto obviamente es un problema industrial: para tirar los 900.000 ejemplares más o menos como tira Clarín los domingos, necesitás más tiempo de taller para hacer esta revista a todo color”, explicó Dos Santos, con lo que se refirió a la elección de los temas frente a la temporalidad de los cierres editoriales. “Eso te lleva a pensar temas que son atemporales o tratar temas temporales de una forma distinta de cómo se trata en el diario”, afirmó. “Yo recuerdo cosas terribles: salió un reportaje al piloto de Fórmula 1 (Ayrton) Senna, por ejemplo, y ya estaba muerto. Claro, vos sacás una explicación en el diario y listo, pero… No podés entrevistar a personas que tienen profesiones de riesgo”, ejemplificó. Luchas constantes Si se avala bajo la forma de un supuesto la tensión entre el espacio editorial y el espacio destinado a la publicidad, se abre la incógnita sobre cómo se gestan los artículos y bajo que condiciones, considerando las internas entre las diferentes secciones que componen un producto periodístico.
“En la revista todo parece racional cuando lo ves editado, pero los que trabajamos en los diarios sabemos que lo que sale es una suma de milagros; pero sale siempre, así que no parece tan milagroso”, reconoció el editor de Viva.
“La forma de producción periodística es: reunión de editores y redactores; las propuestas se hacen con anticipación por mail”, explicó, en alusión a la mecánica de trabajo aplicada en cada edición. “En la reunión de sumario se dan opiniones sobre los temas, y si gusta, se hace”. A ello se suma una reunión entre el equipo de Viva y todas las demás secciones del diario (N. del R.: para evitar que se trate el mismo tema en secciones distintas N. del R.).
De acuerdo con Dos Santos, la propuesta y el eventual desarrollo de las notas se realiza de una forma bastante personalizada, si se tiene en cuenta que el periodismo “es una profesión de muchos celos”. “Hasta algunas veces es molesto trabajar. Es difícil que en una redacción alguien te diga ‘qué buena nota”, comentó el periodista.
“Hay que conformar a mucha gente”, se quejó Dos Santos. “El editor general del diario también opina, con todo derecho, sobre los temas que le gustaría leer o por dónde hay que ir”, añadió. “Después de que el tema está encargado y alguien se pone a trabajar, siempre hay en las revistas mucho interés por la fotografía. Hay una lucha constante y está bien que sea así. Es muy lindo esto de que todos puedan hablar, decir lo que les parece, pero tiene que haber alguien que ponga un punto final y diga ‘esto se hace así, porque creo que’ y dé las razones”, estimó.
Sucesión de cambios
A pesar de la antigüedad de los medios, su constante cambio encuentra explicación en variados factores, como el recambio generacional de los profesionales, el aggiornamiento del lenguaje para captar nuevas franjas de lectores, la modernización del diseño y la implementación de diversas herramientas, todas tendientes a agilizar la lectura, por un lado, y relacionarla hacia otros soportes, por otro.
Pero esta lógica no sólo se deduce hacia los lectores, sino que también plantea un fuerte correlato hacia adentro de las redacciones, sea por los cambios propios en los equipos o por modificaciones en otros productos que influyen de forma más o menos directa en ellos. “A mí, los rediseños en general no me gustan. Creo que son un negocio para mucha gente. Yo no veo esta necesidad de diseñar un diario cada dos años, no la comparto”, cuestionó Dos Santos. Tensiones internas…
Otra de las decisiones del medio con las que el editor no se mostró de acuerdo es la publicación de la tapa de Viva en clarin.com. “Que salga sólo la nota de tapa en Internet no es una decisión de la revista; es más, me parece una mala decisión. Debería estar completa, como el resto del diario”, se quejó.
De alguna forma, estas situaciones no pueden mantenerse al margen de las idas y vueltas entre la dimensión editorial y la comercial-publicitaria del medio, o lo que se cree que el público espera. Por ejemplo, para Dos Santos, “los días especiales, como el Día de la Madre, son insoportables: vos no tenés ganas de hacer, pero algo tenés que hacer, porque si no se quejan los lectores. Entonces, cada vez que llega tenés que pensar algo diferente”.
¿Cómo funciona la búsqueda de eso “diferente” respecto a la inclusión de columnistas fijos? “Si fuera decisión mía, yo sacaría todas las columnas”, respondió, tajante, el periodista. “En general tienen un contrato, como por ejemplo (Paulo) Coelho, que tenía un contrato de 90 números. Por suerte ya están terminando, pero son decisiones editoriales que superan a la conducción más cercana de la revista”, explicó. “Coelho es un fenómeno porque vende millones de libros, pero el que tiene ganas de leer el libro que vaya a la librería y lo compre. Lo que pasa es que se trata de cubrir el espectro más amplio: por ahí a alguien le gusta Coelho y compra el diario por eso”, reflexionó, a modo de conclusión.
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20071114
Viva
VIVA es la revista de mayor circulación del país. Su tirada promedio supera los 700 mil ejemplares, los cuales llegan a más de dos millones de hofares argentinos. Tiene una alta penetración en todos los niveles socioeconómicos y grupos etéreos.
Es la revista dominical de Clarín. Tomó el nombre VIVA al relanzarse en 1994, cuando presentó un rediseño integral que por entonces revolucionó el concepto de las revistas de diarios en la Argentina.
En septiembre de 2003, la revista viva tuvo una reestructuración editorial y de diseño. Más páginas, mejor papel y nueva diagramación, para incrustarse en las tendencias actuales de los medios gráficos.
Por parte del contenido, Viva se propuso abordar temáticas que enfrenten la realidad social y cultural de Argentina, con profundidad, lenguaje formal pero fresco y distendido. Pero sin perder la identidad que caracteriza a este medio.
Otro punto importante, que le da un plus a viva, son los temas de investigación, que se ven reflejados en la repercusión y el debate social .
Identifica a la revista el gran número de columnas de opinión, ya que entregan respuestas distintas a preguntas comunes a los argentinos de hoy en día.
Secciones:
- Investigación
- Debate
- Tendencias
- Columnas de opinión (Jorge Bucay y Fernando Savater)
- Show y personajes
- Cultura
- Pensamiento
- Acontecimientos del mundo
- Moda, decoración y belleza
- Lectores
- Noche y Día
- Bajo Fuego
- Programa de domingo
- Yo Digo
- Recomendados
- Confidencial
- Humor
- Persona a Persona
- Horóscopo
Es la revista dominical de Clarín. Tomó el nombre VIVA al relanzarse en 1994, cuando presentó un rediseño integral que por entonces revolucionó el concepto de las revistas de diarios en la Argentina.
En septiembre de 2003, la revista viva tuvo una reestructuración editorial y de diseño. Más páginas, mejor papel y nueva diagramación, para incrustarse en las tendencias actuales de los medios gráficos.
Por parte del contenido, Viva se propuso abordar temáticas que enfrenten la realidad social y cultural de Argentina, con profundidad, lenguaje formal pero fresco y distendido. Pero sin perder la identidad que caracteriza a este medio.
Otro punto importante, que le da un plus a viva, son los temas de investigación, que se ven reflejados en la repercusión y el debate social .
Identifica a la revista el gran número de columnas de opinión, ya que entregan respuestas distintas a preguntas comunes a los argentinos de hoy en día.
Secciones:
- Investigación
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- Columnas de opinión (Jorge Bucay y Fernando Savater)
- Show y personajes
- Cultura
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- Noche y Día
- Bajo Fuego
- Programa de domingo
- Yo Digo
- Recomendados
- Confidencial
- Humor
- Persona a Persona
- Horóscopo
Tiene como componente especial ocho páginas perforadas para coleccionar. Cuatro de ellas son sobre el área de cocina y vinos. Dos de Jardín y mascotas y dos de Cuentos para chicos.
LNR La Nación Revista y ADN Cultura
LNR La Nación Revista alcanza a los consumidores más calificados de Argentina: todos los domingos 142.000 ejemplares de La Nación son adquiridos en hogares del segmento alto. El proceso de producción de cada edición es complejo e involucra, además, otros sectores como Comercial, Avisos, Marketing, Lanacion.com y LNTeve. Para hacer la revista se necesitan redactores, fotógrafos, diseñadores, correctores, retocadores de imagen, colaboradores, coordinadores, editores, secretarios de redacción. Una vez que todos ellos hacen su trabajo, llega el turno de los expertos en pre-prensa e impresión, y del equipo de distribución que hace que las revistas lleguen a los lectores.
Editor: Valeria Shapira
Día publicación: los domingos
Perfil del Lector de LNR La Nación Revista
- El 63% son mujeres
- El 37% tiene entre 25 a 45 años
- El 21% tiene estudios de universitarios completos
- El 66% corresponde al segmento ABC1/C2
- El 69% posee computadora personal en su hogar y el 60% posee conexión a internet
- El 38% consumo vino en botella al menos una vez por semana
- El 34% consume cerveza.
Secciones fijas:
- Correo
- sitios.com
- Imperdibles (en El explorador)
- Restaurantes
- Ideas
- Living
- Cocina
- Vinos – Editoriales
- Horóscopo
- Módulo recetas
ADN Cultura
adn Cultura
Editor: Jorge Fernández Díaz
Día publicación: los sábados
Perfil del Lector de adn Cultura
- El 34% tiene entre 25 y 44 años
- El 54% tiene más de 45 años
- El 73% pertenece al segmento ABC1/C2
- El 66% son hombres
- El 60% tiene estudios de grado y/o posgrado
Adn Cultura es una revista cultural tamaño tabloide. La tirada prevista es de trescientos mil ejemplares, tantos como el matutino distribuye los sábados. Inseparables ambas publicaciones, adn Cultura apuesta por el desarrollo a fondo de entrevistas, críticas de arte, cine, libros, reportajes, informaciones del mundo audiovisual, análisis de grandes firmas (Stephen King habla sobre las series de televisión y Carlos Monsiváis rememora a María Félix) y noticias que tendrán su continuidad en la versión digital.
La idea de adn Cultura es, como señala su director, Jorge Fernández Díaz, secretario de Redacción de La Nación, “ampliar la paleta” con la incorporación de nuevos fenómenos de masa a los contenidos de literatura y pensamiento, música y cine, teatro, artes y televisión.
A las tradicionales plumas y firmas prestigiosas, como las de Tomás Eloy Martínez, que acompañan a los lectores desde las páginas del diario hace tiempo, se suman Paul Auster, Javier Marías, Carlos Monsiváis, Stephen King, Carlos Fuentes, Arturo Pérez-Reverte, Patrick Rambourg, James Campbell, Jeffrey Mehlman, Roberto Calasso, David Lodge, Francis Fukuyama, Robert Frank, Beatriz Sarlo, Angeles Mastretta, Edgardo Cozarinsky, Fito Páez, Guillermo Kuitca, Pablo De Santis y León Ferrari. La propuesta del diario incluye conferencias y mesas de debate que reúnen a escritores, artistas y otros intelectuales, y una activa presencia en el mundo del arte por medio de patrocinios de exposiciones, ediciones de libros y concursos. La aparición de adn Cultura moderniza la tradición cultural que acompaña a La Nación desde su nacimiento e incorpora todas las herramientas que la tecnología posibilita en materia de diseño, color, fotografía e interacción multimedia.
Día publicación: los domingos
Perfil del Lector de LNR La Nación Revista
- El 63% son mujeres
- El 37% tiene entre 25 a 45 años
- El 21% tiene estudios de universitarios completos
- El 66% corresponde al segmento ABC1/C2
- El 69% posee computadora personal en su hogar y el 60% posee conexión a internet
- El 38% consumo vino en botella al menos una vez por semana
- El 34% consume cerveza.
Secciones fijas:
- Correo
- sitios.com
- Imperdibles (en El explorador)
- Restaurantes
- Ideas
- Living
- Cocina
- Vinos – Editoriales
- Horóscopo
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ADN Cultura
adn Cultura
Editor: Jorge Fernández Díaz
Día publicación: los sábados
Perfil del Lector de adn Cultura
- El 34% tiene entre 25 y 44 años
- El 54% tiene más de 45 años
- El 73% pertenece al segmento ABC1/C2
- El 66% son hombres
- El 60% tiene estudios de grado y/o posgrado
Adn Cultura es una revista cultural tamaño tabloide. La tirada prevista es de trescientos mil ejemplares, tantos como el matutino distribuye los sábados. Inseparables ambas publicaciones, adn Cultura apuesta por el desarrollo a fondo de entrevistas, críticas de arte, cine, libros, reportajes, informaciones del mundo audiovisual, análisis de grandes firmas (Stephen King habla sobre las series de televisión y Carlos Monsiváis rememora a María Félix) y noticias que tendrán su continuidad en la versión digital.
La idea de adn Cultura es, como señala su director, Jorge Fernández Díaz, secretario de Redacción de La Nación, “ampliar la paleta” con la incorporación de nuevos fenómenos de masa a los contenidos de literatura y pensamiento, música y cine, teatro, artes y televisión.
A las tradicionales plumas y firmas prestigiosas, como las de Tomás Eloy Martínez, que acompañan a los lectores desde las páginas del diario hace tiempo, se suman Paul Auster, Javier Marías, Carlos Monsiváis, Stephen King, Carlos Fuentes, Arturo Pérez-Reverte, Patrick Rambourg, James Campbell, Jeffrey Mehlman, Roberto Calasso, David Lodge, Francis Fukuyama, Robert Frank, Beatriz Sarlo, Angeles Mastretta, Edgardo Cozarinsky, Fito Páez, Guillermo Kuitca, Pablo De Santis y León Ferrari. La propuesta del diario incluye conferencias y mesas de debate que reúnen a escritores, artistas y otros intelectuales, y una activa presencia en el mundo del arte por medio de patrocinios de exposiciones, ediciones de libros y concursos. La aparición de adn Cultura moderniza la tradición cultural que acompaña a La Nación desde su nacimiento e incorpora todas las herramientas que la tecnología posibilita en materia de diseño, color, fotografía e interacción multimedia.
20071113
Revista Rumbos
La revista rumbos es la revista encartada en los diarios: Nuevo Diario (Salta), El Comercial (Formosa), El Liberal (Santiago del Estero), Diario Epoca (Corrientes), El Independiente (La Rioja), Diario de Cuyo (San Juan), La Voz del Interior (Córdoba), El Diario de Entre Ríos (Paraná), El Día y Gualeguay al Día (Gualeguaychú), Diario de la República (San Luis), Los Andes (Mendoza), La Opinión (Trenque Lauquen), La Reforma (General Pico), La Mañana de Neuquén (Neuquén), Noticias de la Costa (Viedma), Jornada (Trelew), El Patagónico (Comodoro Rivadavia), El Imparcial (Tierra del Fuego). Es propiedad de CMI medios comerciales y cuenta con un tiraje de 387.800 ejemplares.
Las 44 paginas de rumbos encierran semanalmente actualidad y entretenimiento dirigido al publico de todas las edades; siendo las comprendidas entre 25 y 34 y de ambos sexos los que la leen en un 37% .
Revista Nueva
La revista dominical Nueva se distribuye con los principales diarios del interior del país, con una tirada promedio de 400.000 ejemplares. Es propiedad del Diario La Nueva Provincia, y se distribuye con las ediciones de: Diario Uno (Paraná) Diario Uno (Mendoza) Diario Uno (Santa Fe) El Día (La Plata) La Capital (Rosario) La Gaceta (Tucumán) La Mañana (Córdoba) La Nueva Provincia (Bahía Blanca) Río Negro (General Roca, de circulación en Río Negro y Neuquén) Su tirada puede variar, entre las 36 y las 68 páginas. Aproximadamente el 30% de las mismas son cubiertas por publicidad. Contenido En cuanto a su contenido, es principalmente de información general, con énfasis en espectáculos, cultura, deportes, cocina y temas familiares relacionados a la infancia (educación de los hijos, recreación, salud). Sus secciones fijas son “Bajo la lupa” (agenda cultural), “Happy Hour” (vidriera de fotos de famosos en eventos sociales), “La columna de Noemí Carrizo” (artículos del tipo autoayuda, con temas relacionados a la salud, pareja, sexualidad, familia), y “Entretenimientos” (palabras cruzadas y humor). Por ser una revista que se reparte en distintas ciudades del país, y tener su redacción en Buenos Aires, no posee una identificación regional concreta. En ese sentido, es una revista con un target nacional, que se reparte en el interior.
20071109
La evolución en la inmediatez noticiosa
En otra jornada en la Universidad de Buenos Aires, el periodista Juan Garff habló sobre algo que sabe: el trabajo en agencias periodísticas. Forma parte de DPA desde 1991, y hoy se desempeña como editor jefe de la mesa de Buenos Aires y subjefe del servicio en español. Con más de 30 años en el periodismo, es una voz autorizada para reflexionar sobre una práctica que, en esta era de grandes desarrollos tecnológicos, se modifica día a día.
El nacimiento de DPA
La agencia alemana, contó Garff, surgió después de la 2º Guerra Mundial, tras la caída del régimen nazi. “Tiene participación en las cuatro potencias aliadas (Alemania, Rusia, Gran Bretaña y Francia)”, dijo, “y en cada una de esas zonas se dedicó a reconstruir la red de medios de información, básicamente con gente de inteligencia de los respectivos países. Este es el motivo por el cual la capital de los medios en Alemania es Hamburgo, porque el trabajo lo hicieron los ingleses que ocupaban aquella zona.”
También afirmó que se intentó que en la agencia no hubiera vinculación con simpatizantes nazis, como sí sucedió en el ámbito científico. “En 1949 ya había una agencia en Alemania Oriental y Occidental, que posteriormente se fusionarían ya que en ese entonces había un régimen muy estricto que exigía una licencia de la potencia ocupante para poder abrir un medio. En el momento en que se libera este control estricto hay un crecimiento masivo de medios y los ocupantes entregan las agencias a los medios”, por lo que las agencias francesa y estadounidense “se fusionan primero, posteriormente se unen con la inglesa y en 1949 se forma DPA como una agencia perteneciente a los medios.”
DPA en el mapa de agencias
DPA debe competir con otras grandes empresas que se dedican al negocio de la información, tal vez con mayor trayectoria, nombre y estructura que la alemana, aunque eso no le impide subsistir en un mercado en el que una diferencia de un minuto puede hacer la diferencia. ¿Cómo se estructura ese mapa? “DPA es una agencia alemana que es propiedad de los medios y es relativamente nueva en el negocio de las grandes agencias -comparó el editor-. En el idioma español compite con otras cinco grandes EFE, ANSA, Reuters, AP y AFP. De las seis más importantes en el área de habla hispana, DPA es la más pequeña, quizás, junto con ANSA, pues AFP o EFE tienen una dotación más grande o compiten más fuerte”, figuró.
Las rutinas productivas
También hizo referencia a la forma de trabajo en DPA, y explicó cuál es el tratamiento que recibe una información cuando llega, en “crudo”, a la agencia. “Nosotros trabajamos para periodistas, no para el público en general. Somos un proveedor de medios, nuestros interlocutores son los medios, tenemos que ser muy claros para ellos y muy honestos cuando nos equivocamos, reconocer rápido un error, corregirlo lo antes posible, ya que la agencia trata de ser un servicio para medios profesionales, que les sirva la información. El criterio general es que estamos trabajando entre colegas para poder salir de la mejor manera posible. Somos un punto de arranque”, aseguró.
¿Cómo trabaja específicamente, entonces, una agencia? Garff lo explicó ejemplificando con DPA: “Como todas las agencias, DPA tiene servicios en otros idiomas, en inglés, árabe y en español y en un tiempo hubo el servicio en francés que se clausuró. Esos servicios se financian a través de los medios suscriptores según el mercado y cuando no alcanza son compensados desde la central. El servicio en español es deficitario para la agencia; no da dinero en América Latina, no es su mercado. Y a la vez los medios son suscriptores de DPA. Los 130 medios que hay en Alemania son suscriptores y pagan por su tirada o por su audiencia si son audiovisuales.”
En cuanto al servicio en español, explicó que se divide en dos turnos, en dos países: Argentina y España, cubriendo las 24 horas del día a 17.000 km de distancia. “Este servicio se edita en Madrid y en Buenos Aires. En cada una de las mesas se tiene entre 10 y 12 editores”, y a cada una de las mesas llega material de “corresponsalías propias del servicio en español en todas las capitales de América Latina, salvo en los estados pequeños caribeños. En el resto del mundo está la red de corresponsales en alemán o en inglés.”
Pero con eso solo no alcanza. DPA es una agencia pequeña que debe acordar “con otras agencias internacionales, ya que el monitoreo de medios es muy importante. Para nosotros, el servicio en español es un problema porque vender un servicio en un solo texto es muy complicado”, subrayó.
Los corresponsales
Casi un dato curioso: Garff confió que el corresponsal en Buenos Aires es Carlos Castillo, “un periodista uruguayo que maneja bien el inglés, pero que el alemán quizá lo escuchó en la agencia. Él, como cualquier periodista, cubre la noticia y hace notas. Dentro de la agencia cumplimos un horario de siete horas, regularmente es fijo, lleno de estrés.”
¿Cuánta gente puede trabajar en una agencia? “En toda la agencia DPA trabajan casi mil personas, contando administrativos, distribuidos en 100 países. No es muy grande como estructura, por tanto, cada persona es un eslabón que vale mucho”. y así como elservicio en español está dividido entre Buenos Aires y Madrid, “la jefatura central del servicio en inglés está en Irlanda, tiene otra mesa en Washington y Bangkok. La del servicio árabe está en El Cairo, estuvo un tiempo en Chipre y el servicio en alemán está en Hamburgo, pero la mesa política en Berlín. Los corresponsales envían su información en inglés a la mesa de Washington y ellos lo envían a los clientes. El servicio en alemán tiene un corresponsal en Buenos Aires, en Río y en México. A diferencia de otras agencias, no tenemos servicio en portugués.”
En cuanto al servicio en español, explicó que se divide en dos turnos, en dos países: Argentina y España, cubriendo las 24 horas del día a 17.000 km de distancia. “Este servicio se edita en Madrid y en Buenos Aires. En cada una de las mesas se tiene entre 10 y 12 editores”, y a cada una de las mesas llega material de “corresponsalías propias del servicio en español en todas las capitales de América Latina, salvo en los estados pequeños caribeños. En el resto del mundo está la red de corresponsales en alemán o en inglés.”
Pero con eso solo no alcanza. DPA es una agencia pequeña que debe acordar “con otras agencias internacionales, ya que el monitoreo de medios es muy importante. Para nosotros, el servicio en español es un problema porque vender un servicio en un solo texto es muy complicado”, subrayó.
Los corresponsales
Casi un dato curioso: Garff confió que el corresponsal en Buenos Aires es Carlos Castillo, “un periodista uruguayo que maneja bien el inglés, pero que el alemán quizá lo escuchó en la agencia. Él, como cualquier periodista, cubre la noticia y hace notas. Dentro de la agencia cumplimos un horario de siete horas, regularmente es fijo, lleno de estrés.”
¿Cuánta gente puede trabajar en una agencia? “En toda la agencia DPA trabajan casi mil personas, contando administrativos, distribuidos en 100 países. No es muy grande como estructura, por tanto, cada persona es un eslabón que vale mucho”. y así como elservicio en español está dividido entre Buenos Aires y Madrid, “la jefatura central del servicio en inglés está en Irlanda, tiene otra mesa en Washington y Bangkok. La del servicio árabe está en El Cairo, estuvo un tiempo en Chipre y el servicio en alemán está en Hamburgo, pero la mesa política en Berlín. Los corresponsales envían su información en inglés a la mesa de Washington y ellos lo envían a los clientes. El servicio en alemán tiene un corresponsal en Buenos Aires, en Río y en México. A diferencia de otras agencias, no tenemos servicio en portugués.”
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